Que el título del nuevo largometraje de Terence Davies evoque directamente a una parte de los ritos católicos dedicado a pedir la bendición divina (y que en el judaísmo se denomina ‹berakhah›, que etimológicamente implica la idea de arrodillarse) supone una síntesis temática y discursiva de extraordinaria concreción para Benediction (2021). Precisamente porque uno de los focos —quizá de los más elusivos de la película, dedicada a la figura del poeta de guerra británico Siegfried Sassoon— es todo lo relacionado con su conversión al catolicismo hacia el final de su vida. Algo que explicita verbalmente a través de los diálogos, subrayando su falta de interés por el presente y su honda preocupación por la eternidad, en el sentido tanto de la vigencia y el reconocimiento de su obra como escritor como de su alma inmortal. Sassoon es interpretado durante su juventud por Jack Lowden y en etapa crepuscular por Peter Capaldi. La distancia entre ambos se difumina por completo a través de un plano secuencia, que construye una elipsis en continuidad dentro de una iglesia utilizando efectos digitales, que permiten conectar delante de la cámara y sin cortes dos instantes de su vida, en una transición invisible con un aparentemente sencillo trávelin circular. Este ejemplo podría resumir el refinado uso de la cámara y el montaje alcanzado por el director al servicio del relato.
Pero lo que marca al poeta es la Primera Guerra Mundial y cómo, tras servir con honores en el frente occidental, se muestra públicamente contrario a ella y la evolución de la posición y los intereses del Imperio británico dentro del conflicto. Durante gran parte del metraje Davies incluye material de archivo sobre la Gran Guerra con la voz de Lowden recitando fragmentos de sus obras, cuya extraordinaria crudeza cuestionaban una realidad descarnada que le afectó profundamente. Al alternar en la estructura de la cinta esto con distintas escenas dramatizadas, que narran sus vicisitudes con la autoridad y la presentación de su círculo social, puede percibirse una cierta deriva hacia lo que podría pensarse como un docudrama, que sin embargo es engañosa. La amalgama de palabras e imágenes de la guerra se transforman en una experiencia estética que mediatiza al espectador e intenta explicar el carácter del protagonista y sus principios morales. Unos principios que cuando le rodea la barbarie son fáciles de establecer y defender, pero que en todo lo que atañe a sus relaciones con amantes y amigos le dejan rendido a la ambigüedad, la fluidez de los compromisos y la ausencia de unas normas éticas fijas a las que responder.
Este es el otro interés del personaje en su tránsito de décadas en un Reino Unido que atraviesa dos guerras mundiales: la homosexualidad reprimida socialmente, penada legalmente y que tiene que vivir en la clandestinidad en el contexto de la hipocresía de las clases altas y sus contactos con la élite cultural. Desde sus distintos vínculos amorosos y tormentosos ‹affaires› hasta que acepta entregarse al matrimonio heterosexual, como manera de asentarse y garantizar su respetabilidad. Ante la complejidad de su biografía, Terence Davies evita la linealidad para explicar al autor y construye una narrativa laberíntica, con pasos entre distintas épocas y momentos clave conectados por un tono emocional contenido, por espacios y personajes que definen con las rupturas, el duelo y el horror de la guerra, a través de transiciones elegantes y composiciones minuciosas que establecen ecos y reflejos entre ellos. Según transcurre el tiempo, las imágenes de la guerra acaban por integrarse dentro de la realidad de Sassoon a modo de ‹collage› visual en la línea de los juegos formales de Peter Greenaway (Eisenstein in Guanajuato, 2015). Una expresión del mismo convulso, oscuro y hermético mundo interior de su protagonista, marcado por unas heridas nunca cicatrizadas, por una amputación espiritual que le acompañó para siempre hasta el final de sus días.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.