Cinco años después de A Quiet Passion (2016), Terence Davies ha presentado en San Sebastián Benediction, filme en el que podemos encontrar tanto lo mejor como lo menos destacable de la obra del veteranísimo cineasta británico. En cualquier caso, Davies no defrauda y el resultado final es un notable y controvertido retrato del poeta Siegfried Sassoon (Jack Lowden).
Basada parcialmente en las memorias del propio Sassoon, la película mantiene la elegancia estética de la filmografía de Davies, marcada por una extrema meticulosidad a la hora de realizar algún corte de montaje o cualquier movimiento de cámara. En busca siempre de favorecer a la continuidad narrativa y emocional de la película, se rechaza la mera filigrana visual, apostando más bien por una equilibrada contención formal que favorece a transmitir la represión autoimpuesta por los personajes de la película. Así pues, Davies demuestra una vez más su control total tanto en la planificación de la puesta en escena, siempre de una factura calculadamente exquisita —ejemplificada en un ‹tilt down› inicial deslumbrante que nos introduce de forma refinada a un contexto concreto—, como en la escritura de un complejo y cargado guion en el que la poesía tiene una espacio esencial y cada diálogo, plagado de ingeniosas réplicas, de comentarios en forma de dagas envenenadas, nos desvela algo de la hipócrita naturaleza de sus personajes, especialmente la de Siegfried Sassoon.
La cinta sigue a Sassoon a partir de su regreso de la 1ª Guerra Mundial y narra su paso por un centro médico, su ascenso como poeta de prestigio y las distintas relaciones y ‹affairs› que mantuvo con otros hombres. Sin embargo, va haciendo saltos en el tiempo para mostrarlo también siendo anciano. Esto permite construir a un personaje plagado de contradicciones internas, que sufre terriblemente por mantener sus principios, su dignidad y sus ideas, que se corrompe por la pérdida de un amor en un momento determinado de su vida y por la influencia de un entorno cruel y hostil. Es posible que Davies se tome demasiado tiempo retratando la cotidianidad de los artistas con los que se relaciona Sassoon y, desgraciadamente, la película pierde la fuerza e intensidad de su inicio, ahora bien, gracias a ello logra profundizar en la personalidad del poeta, en su narcicismo, en su egoísmo y su arrogancia. Cabe destacar también el trabajo de un Jack Lowden magnífico, capaz de mostrar su dolor con la sutileza suficiente para transmitirlo de manera emocional, no cargante. La despedida entre Sassoon y un amigo del que está enamorado es un gran ejemplo de ello. La cámara se mantiene algo distante y ellos se miran, habitando los pocos segundos que les quedan juntos. Entonces irrumpe la voz de un chófer del que desconocíamos su presencia desde fuera de campo anunciando la partida del amigo. En el cuerpo de Lowden percibimos un estremecimiento, la sensación de ser consciente que, posiblemente, nunca más volverá a estar con esa persona: de perder al amor de su vida.
La clave de Benediction reside, por un lado, en la contención formal a partir de la cual nos habla de una personalidad conflictiva, de un artista atormentado por sus recuerdos de guerra, pero también por su incapacidad de adaptación a la frialdad de su entorno. Por otro lado, el filme presenta una relación entre Sassoon y su obra que se extiende a un vínculo entre cine y poesía. A través de un conjunto de recursos diversos (voces en off, imágenes de archivo, imágenes superpuestas o medidísimos movimientos de cámara) Davies construye una interrelación entre los dos artes perfecta para explorar la convulsa personalidad de Siegfried Sassoon y que, finalmente, nos conduce hasta un final absolutamente monumental y desgarrador.