Obviando si se ha visto o no Curfew, cortometraje galardonado con el Oscar y antesala de esta Before I Disappear, y conociendo la premisa central que maneja Shawn Christensen, uno puede deducir fácilmente que el recorrido de ese personaje al borde del nihilismo en su encuentro con una sobrina a la que apenas conoce derivará en una más que previsible redención e, incluso, en un perdón que le termine liberando en cierto modo. Así, Before I Disappear nace de una idea no demasiado novedosa y crece en un entorno donde las referencias acuñadas por Christensen se sitúan en primer plano para construir un ejercicio donde parece más importante el cómo en lugar del qué.
Algo que bien podría suponer un handicap, como es el hecho de ceñirse especialmente en el aspecto formal, no se muestra como tal en manos de este debutante que, con sus fallos y sus aciertos en este ámbito, parece sentirse muy cómodo en todo momento. La construcción de «set pieces» aptas para ser engarzadas en el particular deambular emprendido por Richie y su sobrina Sophia, muestra de este modo la capacidad del cineasta preparando una puesta en escena que se podría ensalzar como una de las mayores virtudes del trabajo de Christensen; algo que, por otro lado, bien podría no funcionar si no fuese porque además el film posee la capacidad de cohesionar todas esas pequeñas piezas y unificarlas como si del todo que se supone debe ser un largometraje se tratase, haciendo así de la experiencia algo más productivo de lo que habría sido una mera enunciación de un discurso más bien precocinado bajo los efectos de una dilatación —consecuencia del traslado de cortometraje a largometraje— que en realidad no se siente como tal.
Si en el terreno visual Christensen es capaz de destacar —desde el empleo de recursos (elipsis, algún pequeño plano secuencia, etc…) hasta un manejo ciertamente depurado del escenario—, a nivel interpretativo también logra un trabajo notable, y es que a las virtudes que el propio autor del film parece poseer como actor , se une cierta química con su acompañante, Fatima Ptacek, pese a las dudas que pueda generar el prácticamente repentino (y esperado, claro) cambio sufrido por su personaje en el ecuador de la cinta; a ello se les une un elenco de secundarios ya contrastados como Emmy Rossum o Ron Perlman, que poco necesitan para hacer suyos unos papeles que en realidad parecen ajustarse a ambos actores a la perfección —por lo que se podría hablar también de un gran acierto en el terreno del casting—.
No obstante, lo que el autor de Curfew logra gracias a un manejo óptimo de sus herramientas e incluso a una lectura de lo más personal sobre referentes —la escena del baile en la bolera o el último encuentro con el personaje de Ron Perlman dan fe de ello—, queda en cierto modo lastrado por una película que no deja de arrastrar las constantes de este cine independiente de nuevo cuño donde (por lo general) todo queda reblandecido por un prisma que no siempre posee el arrojo necesario e incluso desmantela en momentos clave lo construido anteriormente —como en esa conclusión, que se podría haber resuelto de un modo mucho más locuaz y sutil—. Pese a ello, Before I Disappear se muestra como una piedra de toque al menos sugestiva, capaz de mostrar un ideario propio —algo no siempre fácil en una ópera prima— que, por retales que contenga, nunca se siente impersonal, siendo un ejercicio de estilo de lo que podría deparar en un futuro el cine de un director que, al menos, ya muestra la convicción suficiente.
Larga vida a la nueva carne.