Acostumbrados últimamente a una avalancha de títulos de anime que van a rebufo de Your Name (Hello World es el último ejemplo de ello) es de agradecer el visionado de un producto como Beauty Water. No es que no nos gusten las aventuras adolescentes románticas con un toque de fantasía, pero era necesario que llegará un anime adulto como este que demuestra que el género, en su versión más salvaje, también tiene cabida en este tipo de producciones.
Este film coreano ya marca una diferencia con respecto a los animes japoneses en cuanto a su crudeza visual. No por el contenido en sí (ya entraremos en ello más tarde) sino por su trazo más seco, a veces trastabillante, que ayuda a dar una sensación idónea para el film de sociedad mortuoria, poco dinámica, de personajes siempre al borde perder su humanidad.
De hecho el film de Cho Kyung-hun pone de relieve la capacidad del anime para mostrar una crudeza despiadada al respecto de la sociedad coreana. Una crítica que siempre había estado presente en las producciones de acción real pero que, paulatinamente, con su gran éxito internacional ha ido suavizando el tono, siendo más accesible, más comercial.
No es este el caso de Beauty Water que nos presenta un mundo superficial, consumista y devorado por la necesidad de la fama y de la belleza a toda costa. Un mundo donde el talento se fabrica, al igual que los ídolos con pies de barro, a través de la imagen. Una sociedad que pivota en torno a la mirada del otro, a los ‹likes› y a una viralidad en internet que tanto puede encumbrarte como olvidarte o despreciarte si no cumples los cánones estipulados de belleza.
Con este escenario planteado se nos introduce en un film claramente centrado en el ‹body horror›, con sus productos destinados a modelar la figura a conveniencia y “reparar” cualquier atisbo de fealdad. Algo que, evidentemente, no está a la alcance de todos y supone un desembolso tan importante que convierte a las personas en inversiones de futuro, capaces de lo que sea, aún a costa de saquear la carne de sus queridos o de matar por ello.
Este argumento, que se plantea esencialmente en el primer tramo del film, hunde sus raíces temáticas en el cine de Cronenberg, con sus experimentos y sus corporaciones con aspiraciones al control social. No tanto, sin embargo, en el tono. La sepsis “Cronenberguiana” se convierte aquí en un espectáculo colindante con el gore. Vísceras, sangre y mutilaciones se suceden con la exposición de cuerpos deformes, maltratados y deshumanizados en una descarga de bilis antisocial que no escatima en literalidad.
No obstante da la sensación que el relato, a partir del segundo tramo del film, no da para más ante tanta exposición visceral del asunto, por lo que la deriva argumental se dirige, sin dejar el tema principal de lado, hacía una suerte de film con ‹psycho killer›, que si bien resulta interesante no acaba de cuajar con lo expuesto anteriormente. Sobre todo, porque al centrarlo todo en la figura del psicópata el film pierde parte de fuerza en la crítica del conjunto social.
A pesar de ello, Beauty Water resulta ser un producto violento e incómodo por la dureza de algunas de sus imágenes y, probablemente, porque no tiene ningún problema en ponernos en frente de un espejo que refleje nuestras miserias como sociedad. Un film pues dedicado, a través del género, a exponer las miserias en nuestros hábitos conductuales y replantearnos si nuestras aspiraciones no son más que implantes comerciales, placebos estéticos por los que pagaríamos un precio muy alto, nuestra propia humanidad.