¿Todas las películas necesitan subtexto? ¿Es necesario que detrás de las tramas (complejas o no) haya un importante mensaje al que atender? Estas pueden parece cuestiones un tanto extrañas e incluso innecesarias pero vivimos en tiempos extraños. Un era de opiniones polarizadas donde o bien se demanda entretenimiento banal o bien se exige que haya siempre posicionamiento ideológico. Por otro lado nos encontramos con una nueva oleada de censura que exige respeto por determinados colectivos (bien) pero desde un maximalismo que descalifica casi de inmediato cualquier broma o chascarrillo al respecto.
Feminismo, identidad de género o la cuestión racial son los principales blancos de análisis pormenorizado. Un escrutinio que, demasiadas veces, está llevando la prudencia al paroxismo del ridículo, cayendo en autocensuras nada recomendables en lo artístico. Barbaque, dirigida por Fabrice Eboué, parece realizada ex profeso con la misión de crear un divertimento, de trama mínima, donde los objetivos son muy claros: ser en si misma un manifiesto de incorrección elevada a su máximo exponente.
Nada ni nadie está a salvo en esta película que dispara sin piedad gags, chistes y situaciones contra todos los colectivos posibles e imaginables. Negros, blancos, nuevos ricos, veganos, transexuales, gays, heterosexuales, musulmanes son objetivo de una bromas que, lejos de resultar gratuitas resultan certeras en su grosería. De o que se trata es de poner sobre la palestra una sociedad cada vez más tendente a la idiocracia. Un retrato claramente esperpéntico pero reconocible donde el colectivo de los ofendidos por todo maneja los códigos morales de comportamiento.
En este sentido nos encontramos ante un producto que acierta plenamente en el tono, que sabe insertarlo dentro de una historia negrísima y que consigue contrastarla tanto con su colorida puesta en escena como con la ruptura de arquetipos, subvirtiéndolos por un lado o estilizándolos hasta la parodia mas caricaturesca.
Lo más meritorio, sin embargo lo encontramos en la capacidad de mantener este tono durante todo el metraje. Normalmente este tipo de films suelen empezar muy fuerte y acabar siendo víctimas de la imposibilidad de estirar la broma hasta el final. No es este el caso, ya que Barbaque consigue generar inputs tanto en de guion como de giros formales que la mantienen siempre en un punto de carrera delirante. Al final ya no importa tanto el destino de sus protagonistas o que va a suceder en el conjunto, sino ver si será capaz de ir un paso más allá en su obra de demolición de lo políticamente correcto, consiguiendo óptimos resultados.
Al final nos encontramos ante un obra de apariencia simpática, pero que no es en absoluto una oda a la empatía. En el fondo no deja de ser un retrato amargo de supervivencia, de como buscar la felicidad mediante una violencia festiva y liberadora. Sí, este es sin duda una película que propone una celebración de lo libre por la vía del manotazo directo, que se ríe sin pudor y con acidez de un mundo triste, amargado, sujeto a códigos morales estrechos de miras y a la dictadura del capitalismo y los programas de telebasura true crime. La fiesta que este festival necesitaba.