Sin duda Ballad of Tara es una de las películas malditas del cine iraní. Producida en el año 1979 justo el del triunfo de la Revolución. Por ello una cinta singular y especial que denota la forma de hacer cine que existía antes de la irrupción de los Ayatolá. Un séptimo arte limpio e independiente. Exento de ropajes y censura. Un bello canto reivindicativo de los rituales y fantasías de la cultura persa. Una cultura rica en linaje y clasicismo que de repente fue aniquilada por la presencia de unos gobernantes dependientes de los dogmas islámicos contrarios al libre albedrío. Para quienes no hayan contemplado ninguna película iraní anterior a 1980, Ballad of Tara se elevará como una pieza hipnótica y fascinante. Un dulce que se saborea desde el asombro y el aplauso. Protagonizado por una Susan Taslimi desatada que engatusa con sus ojos de hechicera de Las Mil y una Noches al espectador occidental. Su interpretación es simplemente soberbia. Desbordando la pantalla con sus gestos histriónicos, con sus pasos telegrafiados hasta el milímetro, con su capacidad para liderar sin dificultades un relato muy complicado plagado de aristas y poesía, con su teatralidad de trincheras y con su belleza natural. Ofreciendo una lección de interpretación que debería ser manual de aprendizaje para cualquiera que se quiera dedicar a esto. Con un aura que evoca a la Anna Magnani de sus mejores tiempos. Una intérprete que mamó el oficio en las tablas escénicas protagonizando representaciones de las principales obras de teatro de occidente que sería perseguida y prohibida por los dirigentes islámicos después de protagonizar otra extraordinaria epopeya dirigida por el propio Bahram Beizai titulada Bashu, una obra que hablaba del entendimiento entre las diferentes culturas en un contexto marcado por la guerra que enfrentó a Irán e Irak. Exiliada en Suecia desde entonces, sirva la presente para manifestar mi absoluta idolatría hacia su forma de entender y vivir la interpretación y la cultura.
La premisa de la que parte el film mezcla una especie de drama familiar ambientado en el mundo rural con un cuento de fantasmas y fantasía que denota el tono lírico, que apuesta por combinar realismo con un universo onírico residencia de sueños y pesadillas, que empapa una trama que no tiene ningún tipo de desperdicio. Un plano fijo que pinta el horizonte de un camino pedregoso protegido por una ristra de árboles a ambos lados de su costado permitirá otear en su profundidad lo que parece un carromato tirado por un caballo en el que viaja una joven llamada Tara junto a sus dos retoños de poca edad. Arreando al caballo con vehemencia, Tara emergerá como una viuda hermosa e independiente cuyo fallecimiento de su marido la ha obligado a desempeñar el papel de cabeza de familia trabajando como labriega en los campos sitos más allá de la limitación de su aldea natal. Durante el camino unas lugareñas avisarán a la joven del fallecimiento de su abuelo y por consiguiente la obligación de tener que viajar hacia su granja con el fin de liquidar las pertenencias que la ha dejado como herencia. El tranquilo viaje familiar hacia el hogar del fallecido será bruscamente interrumpido por la aparición de entre los bosques de la figura de lo que parece un soldado que ocultará su rostro con un escudo quien cruzará sin mediar palabra la carretera que recorre el carromato tirado por Tara.
Sin dar mucha importancia a este hecho Tara arribará a la residencia de su abuelo, repartiendo las escasas posesiones entre los vecinos. Todas excepto una. Una vieja y robusta espada que parece inyectar cierto escalofrío a los que se atreven a mirarla, siendo devuelta a Tara por el viejo paisano que osó adjudicársela. Después de visitar la tumba de su pariente, Tara y sus hijos volverán a reencontrarse con el fantasma del soldado que la acechó a su llegada. Éste se presentará como un militar integrante de una milicia antigua que fue masacrada por su enemigo en las orillas del mar que besa la aldea, indicando que ha sido enviado al mundo terrenal por los generales de su clan con el objetivo de localizar y retornar la espada que se encontraba en casa del abuelo de Tara a sus originales propietarios.
Las diferentes reuniones que se producirán entre Tara y el soldado a lo largo del relato desatarán una lucha invisible entre lo conveniente y la rebeldía. Entre lo justo y lo injusto. Entre realidad y fantasía. Dejando paso a una relación de amor imposible más allá de las estrellas que suscitará un desequilibrio equilibrado en la mente de una heroína que no solo deberá luchar en contra de sus deseos que parecen no confluir hacia territorios propios de una familia campesina permanente y sólida, sino frente a las habladurías de la gente del pueblo que observa con desaire y desprecio la renuncia de Tara a volver a formar un nido clásico rechazando las propuestas matrimoniales de un emprendedor y apuesto campesino vecino realizadas por sus hermanas envueltas en tenebrosos hiyab. Gente que acusará a la misma de haber caído en un delirio incontrolable merced a las alucinantes historias que cuenta acerca de la espada y del soldado que la pretende.
Nos encontramos ante una obra maestra del cine universal. Una película magistral narrada como un cuento de hadas por un intelectual de la envergadura de Bahram Beizai, perteneciente a una de las familias más prestigiosas del mundillo intelectual iraní. Desde el punto de vista visual la cinta hace gala de una preciosista fotografía que embellece y potencia la belleza de los paisajes rurales del Irán profundo. Estampas que muestran a mujeres trillando trigo cantando mientras trabajan. O esos fascinantes planos de la Taslimi absorta en una borrachera de placer mientras camina por la arena de la playa o se sumerge en el mar como una sirena. La cámara de Beizai se mueve tranquila, pero sin renunciar a explotar la fiereza del hábitat. Incluyendo un montaje que no hace ascos a fomentar cortes abruptos y secos que pasan de un plano general al primer plano de los ojos y el rostro de Taslimi tapado tímidamente por un velo que acto seguido caerá al suelo como símbolo de rebeldía de la mujer. El carisma que desprende la actriz será aprovechado para mostrar la dicotomía entre tradición y modernidad. Las mujeres que aparecen en pantalla irán siempre ataviadas por ropas islámicas, ocultando su pelo e incluso rostro. Ello chocará con la fiereza de Taslimi quien no dudará en desnudar sus pies, su rostro e incluso su silueta en algunas de las escenas más atrevidas presentadas en una película iraní que servidor haya podido ver. El desprendimiento intencionado del velo por parte de la protagonista será una marca identificativa que pintará el semblante y temperamento rebelde de la protagonista. Una mujer a contracorriente que no necesita de la protección masculina para sobrevivir ni para mantener a su prole. Ella se basta y sobra para ello. Gracias a un talante tenaz y luchador. Que no conoce la rendición ni la derrota. Ni tampoco el miedo. Siendo el único personaje capaz de dominar esa espada de la que todos escapan como de la peste. Domando a ese soldado que será el único hombre capaz de atemperar el brusco carácter de Tara. Pues finalmente ésta será presa del amor. De esa adoración infinita que nubla la mente y nos hace irresponsables. En este sentido la película lanza una clara reivindicación en favor del feminismo y del papel de la mujer como elemento vertebrador de la sociedad, lamentándose igualmente de la sumisión que atenaza a aquellas mujeres que han optado por seguir las doctrinas de la esclavitud impuesta por las creencias.
Desde el punto de vista conceptual e intimista esta es una obra importante y valiente. Logrando construir una atmósfera enigmática y tenebrosa desde la luminosidad de los campos de cultivo. Gracias a la composición de un folclore puramente persa que evita las sombras y el oscurantismo de la Vieja Europa. Los fantasmas no son seres peligrosos ni amenazantes. Son almas perseguidas por la desgracia que acuden a resolver un problema. Y esta atmósfera onírica se conjugó merced a unas escenas magnéticas. De bailes ancestrales. Que destapan ritos y costumbres esotéricos y exóticos para los ojos de un occidental. Que nos permite adentrarnos en los cimientos de una cultura tan recóndita y aislada por los intereses de quienes manejan los hilos económicos mundiales como la persa. Movimientos de un cuerpo descontrolado, el de Susan Taslimi, que engatusa y nos hace naufragar en su erótica poesía. Ella es la película. Sin ella creo que Ballad of Tara no sería la obra de cinco estrellas que es. Sin su osadía natural. Sin su fiereza. Sin su energía intrépida y descaro la película no alcanzaría esas cotas que la encumbran hacia los altares. También sin la mano maestra de Bahram Beizai, un genio conocedor de los entresijos de su cultura, embelleciendo los mismos con su mirada y forma de entender la puesta en escena. Acicalando con cariño y sapiencia un cuento fantástico que trasciende sus confines. Penetrando en los hábitos más arraigados para revelarlos sin trampa ni cartón. Ceremonias no tan distintas a las celebradas en cualquier pueblo de España. Cultos no tan ajenos como podría pensarse en un principio. Que sustituyen a los gigantes y cabezudos por lugareños engalanados con vestidos antiguos y caretas que exaltan el poder del trigo y de la tierra. Procesiones acompañadas de flautas e instrumentos que espantan a las fuerzas del mal…
Y es que Ballad of Tara se asoma como una obra maestra que os recomiendo echéis un vistazo cuanto antes, si es que aún no la conocéis.
Todo modo de amor al cine.