Parece una evidencia que la Guerra de los Balcanes es el último conflicto bélico (sin incluir en este apartado los actos terroristas) que perturbó de una manera clara a la opinión pública occidental. Desde entonces y hasta ahora ha habido muchas otras guerras por distintas partes del mundo, pero quizá por la cercanía de la vieja Yugoslavia respecto a Europa, quizá por el papel desempeñado por la OTAN, quizá por el carácter mismo de los hechos acaecidos, o quizá por una mezcla de todas estas razones, tal conflicto sigue en la memoria de todos aquellos que lo seguimos a través de los medios. Ni hablemos ya de las consecuencias que la guerra tuvo para las partes directamente implicadas, en especial para la eterna rivalidad entre serbios y croatas. Muchas de sus secuelas aun hoy en día están lejos de olvidarse, como bien refleja Bajo el sol (Zvizdan), película croata que dirige y escribe el cineasta Dalibor Matanić y que se alzó con el Premio Especial del Jurado en la sección Un Certain Regard del 68 Festival de Cannes.
Bajo el sol se subdivide en tres historias ambientadas en diferentes épocas y sin relación directa entre ellas, aunque todas narran la dificultad de establecer un amor duradero entre serbios y croatas. En 1991, la guerra se barrunta y Jelena e Ivan tendrán difícil persistir con su romance, sobre todo por la presión ejercida por el hermano de la chica. En 2001 se pagan las facturas directas de la guerra, con los edificios hechos pedazos y los corazones de los ciudadanos todavía más maltrechos por los caídos; es el caso de Natasa, que ha perdido a su hermano y culpa de ello al joven Ante pese a que, en el fondo, parece desearle. Por último, en 2011 la guerra se observa ya un asunto lejano, pero nada más lejos de la realidad: las viejas heridas todavía no han cicatrizado y si no que se lo digan a Luka, que regresa a su tierra natal con la dificultad de reconciliarse con sus padres y con su viejo amor Marija.
Matanić utiliza los mismos actores para los tres relatos de la película. Tihana Lazović y Goran Marković (que de perfil otorga un rostro notoriamente parecido al de Messi) son los intérpretes que encarnan respectivamente a las chicas y chicos protagonistas de Bajo el sol. Cada espectador tendrá sus preferencias, pero a gusto de un servidor, la mejor historia es la segunda. Al mismo tiempo, es la más simple y la que menos diálogos necesita. Bastan unos detalles simbolizados en la soledad que rodea a Natasa y Ante y en el progresivo interés de aquella por el tipo que está arreglando su hogar para conformar una trama crudamente real. La primera historia no está exenta de un cierto deja vu al eterno relato de Romeo-Julieta y sucedáneos. En el tercer relato, el ambiente poligonero refleja una aparente despreocupación de la juventud, que parece liberada de las secuelas de la guerra, aunque desde el principio ya sabemos que algo no va bien con Luka. Es la parte del film más áspera, en la línea de las perennes consecuencias del conflicto que todavía no han terminado de disiparse.
Con todo y gracias al hábil estilo de su director, Bajo el sol maneja sus recursos de una forma óptima y consigue no presentar altibajos en su desarrollo. La cinta cumple bien con su pretensión de acercarnos al conflicto balcánico desde una perspectiva romántica que, además de la ausencia de azúcar, sabe conectar sus tres episodios sin que existan secuencias forzadas, casi como si fuera una verdadera novela audiovisual. Mostrar lo que representa la guerra sin enseñarla directamente es un loable fin que se justifica por las buenas premisas de sus medios.