Con permiso de todo lo acontecido en el caso Gürtel y el caso Nóos, que no es poco, la figura de Luis Bárcenas parece haberse alzado para mucha gente como símbolo de la corrupción durante este período de crisis económica. Más allá de que le consideremos como persona decisiva en el desarrollo de la trama o como una simple cabeza de turco, lo cierto es que la avalancha de críticas dirigidas al ex tesorero del Partido Popular desde todos los rincones de la ciudadanía, unidas a lo mediático del sujeto (sobre todo con ese peinado casi a lo siciliano) van a situar a Bárcenas en los libros de historia como máximo representante de este oscuro período de nuestro país.
Puesto que se trata de un caso de relevancia para la ciudadanía, nunca está de más que alguien se decida a trasladárselo de una manera más accesible. David Ilundain debuta en el largometraje con B, crónica de la decisiva comparecencia de Bárcenas ante el juez Ruz del pasado 15 de julio de 2013, adaptación de una obra teatral de Alberto San Juan que a su vez se basó íntegramente en la transcripción literal de lo que sucedió aquel día en la Audiencia Nacional.
Esta vez un caso de interés público no se ha llevado al cine con tal de sacar dinero, como ha sucedido otras veces. Y esto no sólo se ve a nivel presupuestario, ya que el proyecto ha sido financiado a través de crowdfunding, lo que da buena cuenta del carácter humilde de la producción, sino por su ejecución; B huye de efectismos y reinterpretaciones en clave política, simplemente ofrece los hechos tal cual sucedieron. El único rastro de manipulación humana son los encuadres elegidos por el director y la interpretación de los actores, pero el guión es una copia literal de la declaración de Bárcenas. Por tanto, estamos hablando de un formato casi documental, impresión que acabará siendo fortalecida por un curioso vídeo de archivo que Ilundain introduce con toda habilidad como epílogo y cuyo contraste con lo visto anteriormente reúne, al menos en su esfera más palpable, el toque personal del cineasta; eso sí, desde un punto de vista más cercano al pensamiento del ciudadano que al de alguien que quiera opinar de política.
Lógicamente, gran parte de éxito de este tipo de producciones radica en la habilidad de los actores a la hora de representar a sus personajes. Pedro Casablanc, que ya desempeñaba el papel de Bárcenas en la obra teatral, nutre de un especial interés al ex tesorero del PP sin caer en gestos bruscos y modulando bien la voz, fruto de ese respeto que el director ha manifestado pretender respecto del personaje. También Manolo Solo repite papel como el juez Ruz; éste, por lógica, está imbuido de un carácter mucho más aséptico que el de su pareja en el careo y de ahí que la interpretación de Solo ostente menor intensidad que la de Casablanc.
Pero la mayor virtud de B es que en ningún momento se hacen pesados los diálogos. Seguramente se deba al hecho de que uno piensa que esto no es ficción, sino que ha sucedido en la vida real y nos afecta directamente, pero tampoco sería justo restar mérito al acierto de Ilundain a la hora de no abusar de primeros planos y de introducir varias escenas en las que el protagonismo se deriva al resto de asistentes al acto, cuya mezcla de perplejidad y comicidad acerca del asunto que se está desarrollando ante sus narices va en la línea de lo que piensa el espectador, sujeto necesario en toda la trama real. Tiene gancho suficiente como para que nadie, sea ducho o desconocedor en la materia que se trata, quede indiferente ante esta pieza de realidad adornada con cinematografía.