«Pedí un abrazo y me dieron un pote de yogur». Una reflexión sobre el afecto y la cura en el mundo de la psiquiatría.
En la edición anterior de la Berlinale ganó el Oso de Oro En el Adamant de Nicolas Philibert. Este año el director se presenta con Averroès & Rosa Parks. Es la segunda de una trilogía dedicada a los pacientes y cuidadores del grupo psiquiátrico central de París. Philibert trata de humanizar a las personas con problemas de salud mental dándoles voz y espacio para expresar sus preocupaciones y su relación con el sistema. La película forma parte de la sección Berlinale Special, donde se presentan películas que han creado debates y que ponen atención a temas de actualidad, con formatos inusuales. Además es un homenaje a personalidades cinematográficas extraordinarias; es uno de los programas más versátiles del festival.
En el Adamant retrataba la clínica de día flotante a orillas del Sena y ponía el arte como punto de partida. Los pacientes hacen talleres de pintura, clases de música, asambleas… y es, a través de estos encuentros, donde surge la creatividad y las conversaciones sobre la vida. El arte es el medio de expresión principal, pero de allí pasan a la palabra y poco a poco se muestran más vulnerables entre ellos y ante la cámara. En su anterior film las historias son más grupales; cuidadores, médicos y pacientes se mezclan entre sí convirtiéndose en una comunidad que se reúne y funciona como una pequeña sociedad. Hablan de organización del espacio, del trabajo, la cafetería, los talleres… y todo ello les ayuda a prepararse para la vida exterior.
En Averroès & Rosa Parks se muestra la vida en el hospital. La primera persona a la que conocemos es un hombre que está a punto de salir del centro para vivir en un piso compartido. Durante una conversación con dos médicos, expresa sus miedos e inseguridades, planteando preguntas que resonarán a lo largo del documental: ¿Cómo puede estar seguro de que podrá desenvolverse bien sin supervisión constante? Aceptar una vida en la que la psiquiatría juega un papel constante es un dilema con lo que tanto pacientes como cuidadores se encuentran. Los médicos le explican que aún necesita seguimiento, lo cual lo lleva a confrontar su libertad.
Las primeras imágenes del centro son capturadas por un dron desde una perspectiva aérea, mientras escuchamos voces que lo comparan con una prisión y una universidad. Este documental se distingue por dar voz y perspectiva a los pacientes, quienes logran cautivar la empatía del espectador al sumergirnos en su realidad. En un momento del filme, uno de los pacientes reflexiona sobre cómo su percepción de la realidad difiere de la de los demás. Es evidente que son plenamente conscientes de su situación, la cual comparten con humor y ternura. Tanto el director como los médicos, así como los propios pacientes, se esfuerzan por no tratarlos simplemente como enfermos, sino por reconocer su humanidad y hablar sobre temas que van más allá de sus diagnósticos. Una paciente expresa de manera elocuente que «la psiquiatría está deshumanizada socialmente», señalando así una problemática importante dentro del sistema de atención médica.
Averroès & Rosa Parks tiene un ritmo pausado que hace que entendamos mejor la vida en el hospital. Entre conversaciones grupales y terapias individuales, se dedica mucho tiempo a las personas, lo que nos permite conocerlas gradualmente. También nos muestra escenas íntimas de individuos que deambulan por los espacios del hospital, parecen hallarse en un estado de calma permanente. Philibert observa y escucha sin prejuicios, pero a la vez se deja sorprender. Nos sumerge en una lentitud cotidiana desde la perspectiva de los pacientes que experimentan la sensación de estar confinados en el hospital.
Comparada con su película anterior, esta es más critica con el sistema de salud, muestra a más figuras jóvenes y trata el tema del suicidio desde una perspectiva actual. También reflexionan sobre la medicación, de la cual algunos pacientes están muy a favor y otros la detestan. La pregunta más repetida por parte de los médicos hacia los pacientes es cómo ven su futuro y qué les preocupa. Pues lo que buscan es reconstruir su vida, encontrar trabajo, tener una familia y una casa.
Este documental es una llamada a la falta de cuidadores en el mundo de la psiquiatría. Los personajes explican cómo se sienten respecto al afecto y la cura. «Pedí un abrazo y me dieron un pote de yogur», dice una de las pacientes. Mediante conversaciones e imágenes de los idílicos jardines y claustros nos adentramos en la pausada vida en el hospital, llegando a un estado de calma y, a la vez, un poco de incomodidad. Philibert juega constantemente con la ética del consentimiento y la intimidad de las personas que se muestran vulnerables.