Cuando en el 2015 se estrenó la película El padre, la épica producción dirigida por Fatih Akin (de ascendencia turca) y protagonizada por Tahar Rahim (de orígenes argelinos), recuerdo aprovechar la reseña que escribí sobre ella para contar una anécdota personal relacionada con el genocidio armenio perpetrado por los turcos, anteriormente conocidos como Imperio Otomano. De aquel intento de conversación, y del hecho de que no aparecieran actores turcos a lo largo de los 138 minutos de metraje de El padre, pude sacar una misma conclusión: a los turcos no les gusta que se hable del tema. Un tema, el del genocidio, que es, por otra parte, el segundo más estudiado tras el Holocausto, y que tuvo lugar algunos años antes, entre 1915 y 1923. ¿Fue la falta de condena internacional sobre lo ocurrido lo que dio alas a otros horrores que llevaron a cabo otros países?
En Aurora’s Sunrise, la protagonista Aurora Mardiganian parece responder que sí. Nunca hubo reparación para las víctimas, tampoco juicio para los culpables. Sin embargo, sí que se hicieron esfuerzos, aunque fuesen personales o a través de asociaciones, para hacer un poco de justicia al menos. De eso nos habla Inna Sahakyan, la directora detrás de este documental que mezcla recreaciones animadas de la vida de la protagonista con entrevistas de cuando Aurora ya era una anciana, junto con escenas de la película Auction of Souls, que protagonizó y que se creía perdida hasta su fallecimiento (cuando encontraron 18 minutos de los más de 90 que se creen que duraba). Y he aquí ese gran esfuerzo, porque Auction of Souls (ahora conocida como Ravished Armenia), es en realidad el título de un libro basado en su vida y de la película que ella misma protagonizó en 1919. La historia del documental, que enlaza con la de Auction of Souls, reflexiona sobre lo vivido, sobre lo contado y sobre lo actuado en relación con dichas vivencias, desde que los turcos la retuvieron hasta que escapó de las marchas de la muerte sin dejar detalle apenas entre medias, con la intención de que la gente en todo el mundo (aunque sobre todo en Estados Unidos) supiera lo que acababa de ocurrir en su tierra natal. Es decir, prácticamente 100 años después de aquella película, asistimos a una que, además de recuperar lo ocurrido para que no se olvide, recupera la figura de una mujer que sufrió y sufrió sin apenas recompensa alguna a cambio.
Recordando a Vals con Bashir, de Ari Folman, por su peculiar forma de contar una historia real como un relato animado con un afán documental, Aurora’s Sunrise toma las vivencias de una joven que perdió a todos los miembros de su familia en el genocidio armenio para reflexionar también sobre el trato que se le da a los refugiados, en este caso a través de la forma en que Aurora fue explotada en Estados Unidos o por los kurdos, sin tener en cuenta su salud mental, incluso después de todo el horror que soportó, aunque fuese para ayudar a muchos otros refugiados. Las atrocidades por las que pasó, las reiteradas veces que las tuvo que revivir, la inhumanidad de tantos hombres, y también la firmeza de Aurora para seguir dando a conocer a través de su imagen pública el sufrimiento que vivió su pueblo entero para intentar encontrar un poco de justicia, quedan reflejados en este documental.
Quizá por eso, viendo que hasta el 2021 Estados Unidos seguía sin reconocer el genocidio como tal, el valor de este documental está en cómo es capaz de preservar la memoria de todas las víctimas, que fueron tratadas con un odio completamente extremo (que incluía el empalamiento vaginal de las mujeres que no se podían vender o no interesaba violar), mostrando la cantidad de atrocidades que sufrieron los armenios. El genocidio armenio se cobró la vida de 2 millones de personas y, sin embargo, el único motivo por el que, por personalizarlo, yo lo conocía, es porque en el instituto tuve una amiga armenia que me habló de ello tanto como de la diáspora derivada de aquello (de la que surge gente como Charles Aznavour). Eso no significa que otros no sepan que existe, pero me da la impresión de que en este caso se puede extrapolar o generalizar mi caso. Así pues, Aurora’s Sunrise no rehúye la espantosa realidad del sufrimiento y el trauma experimentado por toda la nación armenia (también por otros grupos étnicos cristianos como asirios y griegos pónticos), entendiendo que a veces no hay posibilidad de reconciliación, al menos no mientras los perpetradores nieguen sistemáticamente haber actuado mal.