Una comisaría de policía. Poco más necesita Quentin Dupieux, que continúa su senda hacia el absurdo en Au poste!, una nueva incursión en la comedia que mejor maneja el cineasta —eso sí, algo más blanca que de costumbre—: aquella donde el disparate se comprende como eje transversal indispensable para su cine, en el que el tempo —con su manejo de la pausa y del ‹timing› cómico— se antoja esencial, y en la que el particular dibujo de todos y cada uno sus personajes, incluso los más anecdóticos, desvela una comicidad dispuesta siempre a rebasar límites. Y es que si algo ha caracterizado al galo como autor, es la tendencia a una ruptura entre ficciones coexistentes —aquí, los sueños son vistos una vez más desde una realidad que les otorga otra razón de ser— capaz de deformar en cierto modo perspectivas y redefinir sus estructuras básicas.
Un hecho que ya se dilucida desde los primeros minutos —ese anecdótico personaje citado con anterioridad que nos llevará al epicentro del relato, incluso por dos vías distintas (la radio presente en la mesa de un oficial y su ingreso en el cuartelillo)— y que, como no podría ser de otro modo, se extenderá tanto a ‹flashbacks› donde el protagonista nos va haciendo partícipes de su declaración —tras encontrar un cadáver y actuar apresuradamente—, como a ciertos desvíos ya habituales en Dupieux —ese microrelato ficticio inventado por el comisario—. Un hecho que no hace sino reafirmar su carácter —no por encontrarnos ante la obra más accesible del autor de Réalité, abandona sus mecanismos habituales ni mucho menos—, y continuar jugueteando con unos lindes que cuya existencia no queda clara en ningún momento.
Dupieux se rodea de un elenco poco habitual en su cine, aquí encontramos a Benoît Poelvoorde y Anaïs Demoustier, nombres de sobras conocidos en el país vecino, y Au poste! lo refleja en la definición de un ritmo que pule aspectos narrativos que no pocas veces se han escurrido en sus manos; algo que sin duda indica la evolución —más allá del medido trabajo de los intérpretes, en cintas como Réalité o Wrong había logrado ir limando esos detalles— de un autor que no se contenta con los juegos metatextuales marca de la casa, que le han proyectado como el cineasta diferencial para el género que es, y cada vez se siente más desenvuelto en un terreno, el de la comedia, que no olvidemos inició con auténticos experimentos batalleros como la indescriptible Nonfilm.
Puede que, en efecto, estemos ante su trabajo más asequible donde esa ironía que empapa el cine del galo no se percibe con la brillantez de otras ocasiones, pero Au poste! encontrará en todos aquellos admiradores del universo Dupieux un resquicio con el que seguir disfrutando del siempre divertido escapismo que propone, no sin cierta reflexión; un cauce del que en esta nueva obra huye —algo que también sucedía con Wrong Cops— en pos de un cariz lúdico que complementa ese ámbito más festivo, definiendo así uno de esos filones indispensables para la comedia actual, una comedia capaz de colindar con géneros dispares deviniendo un mutante que en manos del responsable de joyas como Wrong es capaz de parasitar la mente del espectador y mantener su influjo durante días. Algo que probablemente se produzca en menor medida con Au poste!, pero ante la cual no se podrá negar otro de esos ejercicios tan libérrimos como disfrutables.
Larga vida a la nueva carne.