El cine de Aslı Özge parte de un punto de ruptura desde el cual implementar una mirada psicológica que ahonda en los distintos aspectos que presentan sus personajes, dispuestos mediante una perspectiva sociológica u otorgando forma a un intimismo que a la postre los define. Ya sea desde lo que casi se consolida como un estado entre la protagonista de Lifelong y su marido, a partir de un ámbito formal que se despliega en All of a Sudden a través de las primeras dudas que asolan a la pareja, creando separaciones mediante algunas imágenes, o en las susceptibilidades (internas en un principio) que se desatarán entre uno de los personajes centrales de La caja de cristal y su novio ante el tenso panorama que irá deslizando la cineasta turca.
En ese ámbito, el cine de Özge no renuncia a realizar una disección que va más allá del propio retrato del individuo y su circunstancia, algo que cobra una entidad especial en el que sería su tercer largometraje hasta la fecha, una All of a Sudden en la que, si bien la muerte repentina de quien parece ser la amante del protagonista dará un vuelco a su universo, se instaura un juego de apariencias cuyo único cometido es que nada de lo sucedido vaya a más. Y es que la negligencia de Karsten, el protagonista, al intentar encontrar ayuda en lugar de acometer la sensata llamada al servicio de emergencias, desatará una serie de consecuencias en busca de respuestas por parte de la familia de la muchacha. Ese hecho hará que los padres de Karsten traten de zanjar el tema cuanto antes y que, ante todo, la repercusión que este pueda tener sea nimia. Özge implanta de ese modo un mecanismo desde el que realizar un acerado retrato que se va apoderando paulatinamente de la crónica, encontrando en esa figura paterna el reflejo de un orden establecido que no puede ser socavado, pero al mismo tiempo muestra una vulnerabilidad patente, y por más que aceche en forma de acciones y diálogos que buscan ejercer una atmósfera viciada que decante la situación, chocan de frente con una realidad mucho más atenazadora que el propio poder que parecía manar de cada gesto, por leve que fuera.
All of a Sudden pone patas arriba ese estado de normalidad, de presunto control, que estallará con cada nuevo paso, encontrando escollos que irán contraviniendo la posición de Karsten, tales como las dudas que surgirán por parte de la pareja del protagonista dada la extrañeza de una situación que no se llegará a dilucidar como él pretendía, e incluso la acusación de una amiga que sólo encuentra fallas en el testimonio del joven y lo cuestiona hasta el punto de hacer germinar una confrontación manifiesta, que culminará en una secuencia con reproches y expresiones de contrariedad. La cineasta turca halla en dicha circunstancia el modo de representar la deriva de un dominio dispuesto a priori por la clase a la que parece pertenecer la familia de Karsten, y lo hace además esgrimiendo motivos que irán descubriendo una espiral viciada, pues ante la presunta negligencia del protagonista y su mirada en un principio indecisa, casi temerosa —de hecho, su decisión de terminar huyendo en una escapada a una casa de campo lo certifica—, All of a Sudden acaba por recoger en su último tercio un testimonio mucho más helador de lo que podría parecer en un principio. Es en ese tramo donde la manipulación, la frialdad al manejar dicho poder e incluso la germinación de una duda que acaba atañendo al propio espectador, dan con las formas de un esquivo e imprevisto drama psicológico —que fácilmente podría derivar en thriller— que desata, si cabe, la esencia de un cine dispuesto a reflexionar en torno a los privilegios y vileza de una sociedad cuyo foco se desvía alrededor de la ficción pura por la imposibilidad de representar aquello que otros han determinado con ironía y autoconsciencia desde una perspectiva donde la realidad no sea más que una muesca del aturdidor monstruo que se puede esconder precisamente en ella.
Larga vida a la nueva carne.