Es indudable que el documental de Aitor Merino (actor conocido entre otros por su trabajo en Historias del Kroken, de Montxo Armendáriz,1995) y su hermana Amaia (montadora, residente en ecuador) llega en el mejor momento político, cuando parece abrirse un nuevo camino para la paz y la convivencia en Euskadi, por muy peliagudo que éste parezca y a pesar de lo desconocido del mismo.
Dicho lo cual, la única arma con la que hay que enfrentarse ante el visionado de un proyecto como Asier ETA biok es mantener una actitud abierta y receptiva, cosa harto difícil, ya que en un tema tan a flor de piel como el presente es demasiado fácil y sencillo crear líneas donde sólo cabe el negro y el blanco en cuanto a las opiniones sobre el asunto.
Basándose en su vida y en la relación con su mejor amigo de la infancia, Asier, el director logra mostrar tanto su punto de vista del tema, lleno de matices y donde el gris sobresale por encima de todo, como la de su compañero, marcado por un progresivo acercamiento a a las posiciones y tesis de la banda terrorista hasta militar en ella y no mostrar arrepentimiento alguno por ello.
De hecho, la cinta nace con el deseo de mostrar a sus amigos de Madrid, ciudad donde Aitor reside desde hace años, el punto de vista de la izquierda abertzale (entendido este como organizaciones izquierdistas de ideología independentista, no únicamente como grupos del entorno de ETA, como a veces sale a relucir de manera simplista en la prensa), donde se mueve su amigo Asier, y encontrar puntos de unión.
Sin embargo, en la película se producen varios choques que lo dinamitan todo, imposibilitando el desenlace esperado. Y es que la trama no acaba de encajar con lo que desearía el autor. Así, se suceden los momentos de confrontación entre la madre de Asier y éste mismo, desencadenado por las preguntas y la cámara de Aitor. Sin duda, estos son los mejores momentos.
Entre escenas y momentos donde el cineasta lo graba todo introduciéndose en la vida de su amigo una vez que sale de prisión y reflexiones a posteriori en su casa, viendo el material grabado. Es allí donde también asistimos a una recreación de una detención policial claramente marcada por su tono. Y es que otros de los aciertos del documental es su tono, lleno de humor y crítica a partes iguales. Es su tono quien consigue transitar por una historia que en otras manos podría resultar incendiaria o fácilmente manipulable de cara su interpretación. También puede ayudar que parezca realizado más para la gente de fuera de Euskadi que para los vascos.
Aitor se desmarca desde el principio de ETA, y por momentos parece encontrarse en tierra de nadie, sin pertenecer al entorno de esta y residiendo muy felizmente en Madrid parece perdido en más de una ocasión, sobre todo cuando asiste al recibimiento de Asier en Pamplona por una multitud llena de banderas y proclamas sobre la banda terrorista. Su mirada queda plasmada en cada movimiento que realiza o incluso en los zooms y por momentos es una mirada que no sabe donde meterse, desorientada en suma, sin posibilidad de encontrar un punto de apoyo moral.
Más interesante resulta no ya la relación entre los dos amigos, sino en la manera de intentar contestar a las preguntas que le surgen al inicio del documental y que intenta responder para sus conocidos actores que viven como él en Madrid (y que parecen ser su única familia o, por decirlo de otra manera, el único lugar donde se encuentra a gusto). Así, la pregunta «¿cómo es posible que Asier se metiera en ETA?» es tan loable como imposible de contestar de manera satisfactoria. Y lo mismo ocurre con otras preguntas y conceptos.
Las conclusiones, al igual que el documental, sirven más para entender a quien observa (Aitor) que a quien es observado (Asier), pero nos confirma que estamos ante un documental valiente, que estando obviamente en contra de la violencia de la banda terrorista, se decide a desdibujar la línea que parte de la sociedad española o vasca ha construido después de tanta sangre.
Un documental que intenta aunar los sentimientos de las entrañas con las reflexiones en frío de la cabeza. Un retrato intimo de dos amigos, porque al final, pase lo que pase y contra todo pensamiento racional, son y serán siempre amigos.
Con una mirada libre de prejuicios, resulta uno de los relatos más apasionantes del año que comienza.