«La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte.»
Groucho Marx en Una noche en la ópera
No me andaré con rodeos: Asamblea es una maravilla que nadie debería perderse estos días. Adaptando la obra teatral La gent de Juli Disla y Jaume Pérez —y siempre es algo de agradecer que los propios creadores tomen las riendas del guión—, Álex Montoya nos transporta del modo más liviano existente hacia uno de esos estresantes procesos dialécticos que todos hemos vivido alguna vez: un reunión entre desconocidos.
Con la excusa de aprobar un concierto, y sin llegar a saber nunca con claridad cuál es el tema que incumbe a los congregados en este lugar, nos topamos con una congregación de actores con mucha solvencia y facilidad de palabra que nos van a tener enganchados, desesperados o divertidos durante toda la película.
Asamblea juega con eso que Groucho Marx convirtió en verdad incontestable del humor en Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935), que no es otra cosa que hablar sin llegar a decir nunca nada concreto. En Asamblea haces ese esfuerzo innato por situarte en un lugar y una época, y los detalles nos ponen en nuestro lugar, sin importar demasiado el motivo de la concentración, más allá de conocer lo que tiene que decir cada uno de los presentes. Sin restar importancia a ninguno de ellos, los roles de los personajes van cambiando de mano al ritmo que se mueve el discurso hacia la reivindicación o la aceptación callada, haciendo que la problemática fantasma crezca en importancia o se vuelva totalmente vulnerable. Todos podremos visualizar en algún momento cualquier otra “asamblea” en la hayamos sido voces importantes o meros espectadores al participar del contexto de la película, donde la gracia radica en que caer en todo tipo de clichés humanos no se considere manosear temas ya pasados de moda, sino una celebración de la estulticia humana en la que caemos una vez, y otra… y otra más.
Con una selección de actores muy a la altura de las circunstancias, Asamblea juega la baza única de la dialéctica, siguiendo todos y cada uno de los patrones que forman parte de lenguaje teatral sin obligarnos a pensar en ello —los personajes respetan turnos, aparecen y desaparecen de escena para crear expectación—, pero no olvida por ello ofrecernos la luz y el espíritu de las grandes pantallas de —escoja su vehículo de visionado, que el cine ahora mismo es un imposible, el mío fue televisión—.
Desde la anécdota más ramplona a la mirada soslayada de odio que siempre despierta cualquier intercambio de palabras, pasando por la gula de los croissants, Asamblea nos ofrece un catálogo de cotidianidad y nos demuestra ese fallo que tenemos como seres sociales, siempre incapaces de tomar la decisión definitiva cuando nos dejan opinar de modo plural. La duda, la exaltación reivindicativa o mi favorita, la falta de información por pura vagancia —con opinión incluida— son solo sinónimos de los roles que siempre encabezan cualquier afrenta colectiva, con el consabido roce humano que se genera por pura empatía o distancia emocional. Es que la vergüenza no siempre la tenemos bien asimilada. En resumidas cuentas, aunque sea por puro paralelismo, Asamblea es una fiesta en tiempos como estos de tomas de decisiones aplazadas, que mira con simpatía y un humor bastante afilado y cercano lo que el hombre (mujer) aporta en singularidad para que al unificarlo con el resto, no signifique nada. Y que todos salgamos contentos ante el resultado.
Podemos (debemos) ver Asamblea en la plataforma online Filmin:
https://www.filmin.es/pelicula/asamblea