“Hace 400 años, había una Aldea donde todos los jueces asignados fueron asesinados, razón por la cual nadie quería ir allí. Sin embargo, un juez se ofreció voluntario para ir a la aldea. Al llegar, los espíritus vengativos le dijeron que Arang había sido violada y asesinada. De este modo pudo atrapar al criminal y castigarlo. Cuando encontró el cadáver de Arang y lo desenterró, descubrió para su sorpresa que no estaba descompuesto, debido al profundo resentimiento que albergaba.”
Al igual que los cuentos de los Hermanos Grimm sirvieron para que Disney realizase sus primeros largometrajes, el director Ahn Sang-hoon ha utilizado una historia popular de la zona de Miyang, la leyenda de Arang, para realizar su primera película. ¿El resultado? Fascinante cuanto menos.
Y eso que la película es un claro ejemplo del ir de menos a más. Durante los primeros minutos no veremos nada distinto a la clásica historia de fantasmas, a la película que hemos visto una y mil veces. La mujer morena, despeinada, cabeza agachada (un claro homenaje a Hadeo Nakata y a su ya clásico The Ring) los policías que investigan los misteriosos asesinatos que produce este espíritu sin tener en cuenta el factor sobrenatural, los sustos, la sangre, la tensión narrativa. Pero a medida que pasan los minutos vamos sumergiéndonos en la historia que nos propone Sang-Hoon. El director juega con nosotros al despiste. Hasta tal punto que no sabemos si estamos ante una película de terror, un thriller policíaco o cine de venganza. Cada detalle cuenta, y podemos perdernos entre todas las secuencias que postulan pasado, presente, recuerdos o intrigas sobrenaturales.
Aunque se utilizan recursos clásicos, tanto del thriller (La poli solitaria pero astuta, la pista encontrada por una frase dicha al descuido) como del terror (ráfagas de sonido conjugadas con las apariciones, el fantasma siempre en el punto ciego, el juego de luz y sombra) veremos como los efectos están lo suficientemente mimados para darnos la sensación, aparente, de modernidad. Especialmente memorable es la escena de la víctima que se enfrenta con un cuchillo al fantasma, unos minutos que miden la carga de intensidad de la película, que pasados los primeros veinte minutos ha adquirido un ritmo trepidante.
Cierto es que los actores, aunque correctos, no contribuyen excesivamente al desarrollo. Song Yun-ah y Lee Dong-Wok forman un buen dúo protagonista, pero ninguno de los secundarios da una réplica suficientemente buena para elevar el nivel de calidad. Precisamente esto es lo que acaba por hacer que nos fijemos en ciertos lapsus de guión, unos errores que no se puede permitir una película que aspira a ser tramposa. Porque es en la trampa donde está la gracia, en los detalles nimios que vamos viendo escena a escena y que luego sirven para llegar a un final. En este caso, también la escena del climax final acaba por decepcionar, pues nos ofrece el recurso sencillo y manido de cine «hollywoodiense» en lugar de apostar por algo más innovador o inusitado.
En cualquier caso, y en especial para ser el primer largometraje de este director, tenemos una buena película, recomendable tanto para aquellos que no hayan visto demasiado cine de terror asiático como para aquellos que conozcan un poco más en género, a quienes sorprenderá la valentía que demuestra en determinados momentos esta película para tratar de ir más allá. Quizá no sea la cinta más terrorífica del mundo, pero nos ofrece una buena historia de miedo, acción y suspense. Bastante es.