El debut en la dirección del madrileño Antonio Méndez Esparza nos habla sobre la esperanza, la nostalgia y la pérdida que se produce cuando un ser humano se ve en la triste obligación de buscarse la vida lejos de su hogar. Hay que agradecer que el director se olvide de centrarse en la desdicha y la pobreza, y apunte su interés en mostrar sus repercusiones en el ambiente y en la mirada dolida de sus personajes, aunque lo haga con un resultado desigual. La cinta también señala al precario sistema sanitario de la región que incita a la autogestión, donde los afectados se ven obligados a comprar los medicamentos necesarios para presentarlos al hospital, y tienen que hacer virguerías con sus familiares o con su cartera para conseguir donaciones de sangre.
La película arranca con Pedro, un hombre que regresa tras una estancia durante un tiempo indeterminado trabajando en Estados Unidos a su pueblo natal mexicano en la sierra de Guerrero, donde le esperan su mujer y sus 2 hijas, a las que no ha visto en mucho tiempo, aspecto que provoca que éstas le miren con cierta desconfianza, especialmente la hija mayor, demostrándolo con una actitud “pasotilla” y un evidente desinterés por los estudios, mientras que su esposa parece mantener todavía el respeto hacia su persona. Pedro tiene unos ahorros de su periodo en Estados Unidos, y tiene la esperanza de conseguir a su vuelta una vida con menos penurias que las que motivaron su «destierro», pese a la evidencia de su drama interior que trata de mitigar iniciando una banda de música popular de la zona: los Kings Copa. Todas las esperanzas del padre de familia en el retorno a su hogar implican una vuelta a comenzar desde cero en la búsqueda laboral. Seremos también testigos de cómo entabla una relación con un adolescente que sueña con viajar a Estados Unidos (la presencia fantasmagórica del país del Béisbol se percibe en todo momento muy presente en el ambiente), al que pretende ayudar, y de la recuperación paulatina del afecto de sus hijas, motivado principalmente por las simpáticas grabaciones de las canciones del progenitor, acreedoras de las delicias humorísticas de las niñas. Mientras tanto, la familia deberá afrontar una serie de problemas como los crecientes gastos médicos motivados por el nacimiento de una tercera hija, que tendrá complicaciones médicas.
Aquí y allá está dividida en 4 partes, con sus respectivos títulos mostrados en pantalla para diferenciarlas. El lienzo de Esparza recoge con una notoria sinceridad la sencillez y naturalidad de las gentes retratadas, presentadas con la omnipresente (y chirriante para un servidor) música popular del lugar, incidiendo en la representación de los ambientes y las anécdotas provocadas por el estilo de vida miserable de las gentes humildes de los pueblos de México. El director ha elegido la discutible opción de utilizar actores no profesionales para la ocasión (al más puro estilo Robert Bresson con sus maniquís), proporcionando un marcado aire documental a la narración, pero que se vuelve en su contra en las escenas más dramáticas, donde adolece de las carencias interpretativas de todo el elenco actoral (especialmente de los personajes secundarios), enturbiando notoriamente el hiperrealismo del que intenta hacer gala en todo momento. El repertorio musical del filme: Cumbias, Bachatas y Corridos, puede herir a los espectadores con un oído más sensible, pero le dan un aire más cómico y dinámico al tedioso y severo ritmo predominante. Sin duda, el aspecto más destacado en este debut es la brillante fotografía del rumano Barbu Balasoiu, que presenta unos interiores bellamente filmados con abundancia de unos colores muy ricos, y unos exteriores caracterizados por un paisaje extraordinario, filmado de manera sugerente.
He de reconocer que tengo cierta predilección por cineastas de corte realista y silencioso, dotados de un ritmo sosegado, como Tarr, Ming-liang o Kaurismäki; autores que a través de largos planos otorgan gran importancia al silencio y las miradas para ayudar a expresar el estado de ánimo melancólico y de resignación provocado por la alienación de sus personajes, tal y como sucede en este debut de ritmo también arriesgado. El mayor problema de Aquí y allá está motivado porque sus personajes no llegan a calar hondo y la narración no consigue establecer circunstancias emocionales que logren despertar empatía ni fascinación para disfrutarla completamente, más allá del interesante reflejo del penoso sistema sanitario y del fenómeno social de la inmigración y la vuelta al hogar siempre presentes en México por culpa de la pobreza extrema que obliga a gran cantidad de gentes a abandonar su tierra y su familia para enfrentarse a un futuro todavía más incierto en otro país con un idioma distinto.
El resultado global es una película irregular que va perdiendo fuelle conforme avanza, carente por completo de elementos transgresores en su argumento y narrativa que la hagan única. De todos modos, hay detalles en la puesta en escena y estética de este nobel director madrileño que hacen vislumbrar un futuro prometedor si sabe dotar a sus argumentos y personajes de mayor carisma y se rodea de unas actuaciones más convincentes.