Esta es la historia de un espectador, fascinado y entregado al potencial fabulador de la ficción, que busca en una contemporaneidad saturada de pantallas el modo de contagiarnos de esa ingenuidad, tal vez rayano en lo pueril, a la vez que cuestiona los mecanismos propios de la ficción.
Tras Mapa —película fundamental en el audiovisual contemporáneo español y piedra de toque de ese cine del “yo” que también se ha infiltrado, aunque de forma tardía, en nuestro país—, concebida enteramente durante el proceso de montaje, a partir de imágenes de un viaje a la India y de la inalterable voz del propio director, Elías León Siminiani, Antena 3 estrenaba el año pasado Operación Nenúfar, documental centrado en caso Asunta.
Las diferencias entre estas dos obras, tanto en su producción como en sus mecanismos, son evidentes a primera vista. Sin embargo, no es difícil encontrar cierta similitud, al menos en el planteamiento, entre cómo Mapa —y en muchos de los cortometrajes del director— construye un relato alrededor de la memoria y en Operación Nenúfar “reconstruye”, a partir de informes, testimonios y otros documentos. Si ambos ejercicios por opuestos que puedan parecer se enmarcan en la no-ficción, no pueden evitar evidenciar que se nutren, aunque sea para rechazarla, de su contrario. En Apuntes para una película de atracos Siminiani se mira a sí mismo, como cineasta y como padre. Desde su infancia, explica, ha sentido fascinación por las películas de robos y cuando descubre las fechorías del “Robin Hood de Vallecas”, ve una oportunidad de, al menos, especular con los elementos del género. Insertos de Rififi, expresivas secuencias de animación y otras imágenes de archivo de las televisiones nacionales, convierten Apuntes para una película de atracos en un film, pero solo en apariencia.
«Esto de vivir y actuar a la vez es un poco raro». Así se expresa Flako, el protagonista de hasta tres atracos a diferentes sedes bancarias. Su éxito, aunque pasajero, se debía a su técnica, la del butrón, que realizaba desde el sistema de alcantarillas de Madrid. Con una máscara hecha a medida Flako relata su historia, recrea su detención y visita aquellos lugares que transitó durante su vida como ladrón de bancos. La cámara le sigue, le acompaña y le interroga, siempre con Siminiani en pantalla. «¿Quién es Flako?», se pregunta Elías. ¿Se arrepiente de lo que hizo? ¿Por qué atracó esos bancos? ¿Volvería a hacerlo? En su primera mitad, con Flako en la cárcel, Apuntes para una película de atracos se construye a través del cuerpo y la voz de su director hasta el primer permiso. Es entonces cuando la cinta vira y las historias de ambos se entrelazan, realidad y ficción son indistinguibles.
Todo aquello que había imaginado sobre él, su carácter, su apariencia, su su forma de moverse; frente a la persona, al cuerpo, al rostro y los gestos de Flako. Del pasado reconstruido al presente inmediato, el tramo final del metraje se centra en su propia posproducción, en cómo lo real en el cine siempre está en tela de juicio, a veces se busca y no se encuentra, a veces se infiltra en los momentos menos esperados, pero buscarlo o pretender encontrarlo es lo único que le da sentido a la ficción.