Anzu, gato fantasma (Nobuhiro Yamashita, Yôko Kuno)

A veces, a los espectadores les hace falta únicamente un héroe que se tire pedos de color de rosa y tenga una coletilla graciosa como «miauhahaha». Solo con esto, Anzu hace que se ilumine la mirada de los que se cruzan con esta película, es más, les hace reír a carcajadas cada vez que una de estas dos plegarias anecdóticas asoman por pantalla. Lo he visto con mis propios ojos en una sala de cine llena de niños y adultos que no tenían ni idea de qué se iban a encontrar.

Anzu, gato fantasma es una de esas películas japonesas que beben directamente de las mieles del mundo Ghibli para triunfar. En este caso destaca una peculiaridad y es que son dos los directores que toman partido en el film, puesto que está rodada dos veces: en imagen real, con actores reales imitando cada uno de los movimientos buscados para los personajes, parte de la que se ocupa Nobuhiro Yamashita, en la que después será su primera película de animación; y adaptando esta misma realidad al anime por parte de Yôko Kuno, con su propio historial en el cortometraje que convierte en magia la parte más fantasiosa de esta historia.

Anzu es en realidad un accesorio en este drama familiar. La verdadera protagonista es Karin, una niña en vías de meterse en una especie de ‹coming of age› al encontrarse varada en el monasterio donde vive su abuelo cuando su padre, un pelagatos (era el momento de aprovechar tal palabra) sin lugar donde caer muerto, debe marcharse a solucionar sus problemas antes de encargarse de su pequeña. Testaruda e ingeniosa, la joven pasa el tiempo en este nuevo lugar mirando despectivamente al gato que vive con su abuelo. Aprovechando historias milenarias japonesas, este minino pasota y parlanchín es en realidad un fantasma reencarnado en un gato que se mantiene ocupado ayudando al anciano monje: es un sino. Lejos de resultar un pegote, casa a la perfección el hecho de encontrarnos con una niña algo perdida en medio de un mundo donde lo espiritual y lo ancestral forma parte del día a día. Pronto se genera un grupo de ayuda para que la pequeña pueda seguir adelante enfrentándose a temas como el abandono, la muerte, el cielo y el infierno, ante la necesidad de la niña de reencontrarse con su madre muerta, que lleva a una loquísima mezcla entre el mundo real y el averno con la continua necesidad de entretener a la vez que aporta un claro mensaje constructivo.

Anzu, el gato fantasma es una película llena de momentos divertidos e ingeniosos al mezclar la sabiduría de un ser milenario con todas las manías que hacen de los gatos unos bichos únicos, simpáticos y testarudos. La película no destaca por descubrir temas especiales, ni siquiera se le podría atribuir una personalidad propia en la animación, pero sabe adaptarse a los tiempos y aprovechar todos sus recursos para resultar atractiva visualmente y no llegar a desgastar la bufa del gato simpático. Anzu destaca dentro de sus apariciones mientras Karin va reactivando su pequeño corazoncito más allá de esa cerrazón propia de quien ha sido abandonada demasiadas veces, aprendiendo una típica y necesaria lección que desde el guion siempre se quiere defender en estos casos. Se hace un poco larga la presentación de personajes pero la llegada de la acción es resultona y convive perfectamente con la sabiduría que quiere transmitir. Y el gato sigue con sus coletillas adornadas con algún «miau» y sus pedos rosa iluminando el camino para que, cuando la fuerza de la historia decae en sus vacíos, reconectemos con la comedia más básica, haciendo que todo funcione dentro del mundanal ruido. Y esto es igual de válido para los amantes gatunos y los fans de la animación japonesa.

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