Por curioso que resulte —ya que, en el fondo y durante sus inicios, la figura del superhéroe no era sino un tótem justiciero— el contexto del superhéroe posee una importancia capaz de condicionar sus decisiones, un motivo que ha ido cobrando peso y obteniendo siempre un desarrollo mínimo, fuesen cuales fuesen los objetivos del film —esto es, apartando consideraciones acerca de si se movía en un terreno más o menos comercial—. Con Antboy, Ask Hasselbalch coarta ese desarrollo a unas simples líneas de guión trasladadas a un mecánico off, y con ello nos advierte de cual es el terreno en el que se mueve su ópera prima. En efecto, estamos ante una cinta cuyas aspiraciones no van mucho más allá que las de conquistar al público infantil, por si ello no había quedado suficientemente claro con la predisposición de algunos elementos.
Con ello no significa que Hasselbalch menosprecie ni mucho menos a otro tipo de espectador que no sea su target principal, y de hecho es algo que queda rubricado en algunas de las decisiones que toma el cineasta. Por ejemplo, pese a su tono —bastante blando e incluso un tanto naïf—, el danés no incide en aspectos como el humorístico para intentar otorgar un poco de cancha a un producto que en cambio busca otros reductos en un ingenio —dentro de lo asumible en una cinta como Antboy— muy particular en el momento de desarrollar ciertas facetas, e incluso en un discurso que, siendo bastante escueto, funciona a la perfección dentro de los engranajes de una obra que en ningún momento pierde la perspectiva y tiene claras sus ideas.
Es cierto que en Antboy su director repite todas las constantes del género —hasta tal punto que en ocasiones parece más estar homenajeando/saqueando otros films más que aportando su propia visión al tema—, pero entendiéndola como un producto cuyas intenciones quedan perfectamente descritas desde el primer instante quizá sería un tanto injusto juzgar aspectos a los que ni siquiera el propio cineasta pretende apelar. Su versión, pues, se queda más en la construcción de un universo que apunta precisamente a esos conflictos siempre presentes en un título de estas características, cobrando aquí presencia a través de una serie de valores muy ligados a esa etapa pre-adolescente de la que hacen gala los protagonistas, y en la que se incurre para terminar dotando de un cierto barniz a la obra, más allá de su condición de «superhero movie» —sea de la clase y condición que sea—.
A nivel formal intenta no quedarse en lo puramente apropiado y plano un Hasselbalch que, más allá del inserto de alguna que otra viñeta —esencialmente en flashbacks—, sabe interponer composiciones —tanto a través del cuadro como del montaje— que remiten directamente al mundo del cómic sin sentirse acentuadas por necesidad. No es que con Antboy nos hallemos ante un buen trabajo, cumple cubriendo los requisitos del terreno en el que se maneja con más solvencia que talento, aludiendo a un metraje que por suerte sabe condensar la acción y no se dilata en exceso, pero sí ante uno que minimiza el riesgo de obrar en una parcela donde la posibilidad de quedar anclado en ese target se antojaba todo un escollo que termina siendo sorteado con la habilidad suficiente.
Larga vida a la nueva carne.