«Siempre son los demás quienes determinan lo que somos»
Esta es una historia del periodo barroco en la que un niño africano es traído a Europa y comprado por una acaudalada señora con el propósito de ser “civilizado”. Esta trama será el vehículo que utilizará el director para desarrollar una fábula sobre la identidad cultural y los prejuicios sobre el otro.
Angelo es el nuevo nombre cristiano del protagonista, y de su cultura solo conservará su piel, pues desde niño es moldeado bajo una estricta educación para ser un ciudadano respetable capaz de enorgullecer a su caucásica familia. La alegría, los juegos, y las muestras de afecto son limitadas y se le proveen a Angelo casi a escondidas. En este mundo “civilizado” la frialdad, la apatía y la rigidez reinan.
Al principio los propósitos de la madrastra de Angelo, aunque nocivos, parecen desinteresados y nobles pero poco a poco la cruel realidad se revela y nos vamos dando cuenta que su interés en él es solo superficial, pues la señora únicamente ve a Angelo como un proyecto con el cual ufanarse de su bondad. Al final no solo privará a Angelo de su identidad nata, si no que lo convertirá en una curiosidad ambulante, en un eterno extranjero, siempre extraño, siempre ajeno.
Después de que Angelo se haga adulto y abandone su hogar, se unirá a un espectáculo teatral. En él, interpreta a un personaje partiendo de un mito. Esta situación es una clara metáfora del papel de Angelo en la sociedad. Pues siempre es visto por los demás como un embajador del continente africano, cargando con el papel de representante de su raza, como si su color de piel trajera consigo una sabiduría mítica plagada de costumbres y saberes ancestrales, como si las personas negras tuvieran una conciencia uniforme y no la desarrollasen de forma subjetiva. Pero la verdad es que Angelo es un europeo con piel negra. En este sentido, otro aspecto bastante interesante que se desarrolla en la etapa adulta de la historia de Angelo es la imposición del estereotipo cultural sobre el individuo. Angelo siempre es visto como un salvaje a pesar de que su comportamiento y modo de razonar demuestren lo contrario. La gente que se le acerca con curiosidad, por lo general no lo hace para interactuar en igualdad de condiciones sino para constatar sus propias creencias preconcebidas, encontrando en cualquier defecto una prueba reina. Angelo termina odiando su raza, pues a pesar de no ser esclavo su piel es una jaula que lo priva del derecho a ser igual a los demás, y le será imposible escapar de ella aun después de la muerte.
Hay dos escenas a lo largo del film que rompen con el racord temporal, en estas la historia continúa en el presente sin que nadie lo note, ¿es este un recordatorio por parte del director de que esta historia aún no es parte del pasado? Angelo es una película que recomiendo para los tiempos que corren, en un mundo que busca la diversificación de la cultura es importante reconocer los problemas que esto puede traer. Por ejemplo, es un saber popular en Suramérica que si quieres participar en gran numero de festivales de cine internacional lo más fácil es hacer películas sobre la pobreza, indígenas u otra minoría étnica. Y no es que recurrir a este tipo de temas sea malo, el problema es cuando se acude a ellos con un interés superficial y sin un conocimiento real, pues al final solo se imponen estereotipos y visiones arcaicas que acentúan las distancias entre los pueblos y los hombres. La película del director Markus Schleinzer se siente larga, pesada, estoica, y no por esto es menos interesante; Su finalidad no es entretener si no motivar la reflexión critica y el pensamiento activo, y al menos conmigo lo logró.