Ángel Santos estrenaba película esta semana, la estupenda Las altas presiones. Por ello recuperamos para la ocasión su anterior cinta, Dos fragmentos/Eva.
Habiendo visto las dos obras, no es difícil establecer similitudes entre ambas, desde ese personaje central que regresa a algún lugar, a la manera que tiene de capturar un estado mental de las personas y lugares que pueblan sus relatos, hasta esa sensación de estar perdido ante la entrada de la vida adulta. Si acaso, sorprende la aparente frialdad con la que rueda esta opera prima y la clara división en dos partes del relato.
Estamos ante la crónica anunciada del fin de una relación entre Eva, la protagonista, y su compañero, casado, con quien se escapa unos días a algún lugar de Galicia donde ella estudió tiempo atrás. Es interesante descubrir como el personaje de él está filmado con una presentación donde apenas podemos verlo con claridad y cortamos a un plano de ella en la cama con sujetador. En eso ha acabado la relación, a encuentros esporádicos en la habitación de un motel, sea en Barcelona, donde residen ambos, o a un pueblo gallego que visitan.
Tras el anuncio por parte de ella del fin de la relación su compañero no hace más que fumar. Prácticamente no hace otra cosa en la película. Luego asistimos a unas idas y venidas por parte de Eva a lugares que ya conocía y la presencia de su acompañante que queda fuera de lugar en todo momento. En ocasiones parece como si ella se olvidase de su presencia. Sólo lo ve la cámara, no Eva. A esto siguen unos pocos diálogos cortos donde Eva le pide tanto que se quede como que se marche ya. Creo que es evidente que Santos intenta meternos en el cuerpo de ella, una persona que comprende la inutilidad de seguir esta relación abocada al fracaso, pero que a su pesar está totalmente enamorada de él.
Así, apuran sus últimos instantes juntos antes del final. Se filma como si se tratará más una espera ante lo inevitable que como una relación, o como si esperarasen la salida de un tren que llevará sólo a uno de los dos.
Esto es el primer fragmento. En mi opinión, acaba justo cuando la actitud de Eva empieza a agotar al espectador. Lo que sigue es una segunda parte donde Eva naufraga por la ciudad, ya sin la compañía de él. Por casualidades de la vida conoce a un joven que la invita a una copa. Tras dudar, acepta.
Ahora estamos en un relato poblado de pequeñas conversaciones donde ambas personas se sinceran. Eva sigue en el mismo estado mental en que acabo en la anterior parte, navegando por la ciudad, donde el paisaje y el tempo adquieren todo el estado mental. Este recurso será posteriormente ampliado y mejorado en el siguiente trabajo del director.
Nunca hay sensación que ella vaya a caer rendida a los pies de él, por mucho que asista entre divertida, admirada e incluso condescendiente a las ideas del joven, que desde el primer momento intuimos como alguien totalmente opuesto a ella en muchos aspectos.
Eva, ante el naufragio de su relación y ante la tremenda soledad que atisba a ver en su inmediato futuro, decide bailar un triste vals mientras sonríe. Esa es la actitud que adquiere ante su joven pretendiente, que le recuerda quien es, lo que tiene y lo que ya no tendrá ya.
No se dice con palabras, ni ella lo explicita, pero se sobreentiende la situación emocional de su personaje.
Así que la película es una escapa de unos días de nuestra protagonista a un lugar de su juventud, que terminará siendo definitoria para ella, donde luchará internamente por su relación y posteriormente sólo le quedará aceptar la derrota.
Dos fragmentos/Eva es una cinta que ya apuntala algunos de los aciertos de la posterior obra del cineasta Ángel Santos, entre los que destaca un uso magistral de los ambientes y su relación con los personajes y la creación de atmósferas. Sin embargo es una película con una primera parte que acaba atorándose a más de un espectador por paciente que sea. No es que sea una “película lenta” o “donde no pase nada”, descripciones que desprecio profundamente porque no dicen nada y son ideas equivocadas respecto al tempo, el montaje o la propia intención que se desprende de la mirada de cualquier cineasta. El problema es que una vez entendida la situación, está se agota demasiado rápido. También que algunas de sus ideas suenan a vistas y no aportan nada.
Curiosamente alguna gente ha criticado negativamente su última obra con los mismos argumentos que c0mentaba. Sin embargo, Las altas presiones es una gran película porque trata un tema manido hasta la saciedad de manera que parezca fresca y donde tras cinco minutos entras en una historia de la que servidor no pudo escapar ni salir durante el resto de la película. Aquí, sin embargo, y reconociendo todos los aciertos y los momentos donde entro sin problemas, en la mayor parte del tiempo me encuentro con un pie dentro y otro fuera.
Tal vez no sea la mejor persona para hablar de la película, porque no logro discernir cuales son los motivos para no entrar y disfrutar plenamente de la película, quedándome con pequeños instantes y momentos, sobre todo en la segunda parte.
De todas formas la película sigue siendo una muy digna primera obra por parte de un director que hay que vigilar de cerca y desde mi opinión, y en Cine Maldito esta opinión está muy dividida, apoyar con todas las ganas. Porque desde hace unos años en la web algunos lo estamos flipando con ese cine gallego que nos cala poco a poco, película a película.