De los muchos y variados documentales que versan sobre la obra y vida de Andrei Tarkovski, uno de los directores más importantes de la Historia, Andrei Tarkovski. A Cinema Prayer es el que más se aproxima a su cine —a la manera en que él hacía cine, se entiende— no en un sentido formal, sino de concepción. Andrei A. Tarkovskiy, uno de los tres hijos del director ruso, traspasa la barrera del documental informativo que concibieron personalidades como Tonino Guerra, Donatella Baglivo o Michal Leszcylowski¹ y el ensayo cinematográfico que Chris Marker² realizó “a la Godard”, para dar una visión diferente a la obra de su padre. Una visión ascética, religiosa y necesaria.
Desde el primer momento, en el que se nos declara que la infancia de Tarkovski fue decisiva para llevar a cabo su labor creativa, la espiritualidad se desborda en la recitación de un poema de Arseni Tarkovski —padre del director— que menciona, entre otras cosas, el Jardín del Edén. Mediante una serie de fundidos, Tarkovskiy enlaza fotografías de la niñez de su padre hasta llegar a la película El espejo (1975)³ y comienza a narrar, mediante imágenes, poesía y la propia voz de Tarkovski la odisea que supuso completar su obra. El hecho de que sea Tarkovski el que habla, sin aparecer mirando a la cámara como en otros documentales, es un eco que retrotrae a la presencia de su padre en sus películas. Mediante su poesía, Arseni Tarkovski hacía acto de presencia en Stalker, Nostalgia y El Espejo al mismo tiempo que ahora Andrei aparece en la película de su hijo. Tarkovski recita sus pensamientos sobre el cine y la vida, entre ellos se encuentran citas y párrafos de sus dos libros Esculpir el tiempo y Atrapad la vida a la vez que pequeños consejos que daba a sus compañeros de trabajo. Pero él no aparece como un objeto a observar, sino como un fantasma que se desliza por los fragmentos del tiempo pasado y regresa mediante su voz por entre las grietas de la imagen. En las escenas correspondientes a sus películas, las fotografías de su polaroid y los dibujos y anotaciones de su cuaderno subyace su esencia, acentuada por el tempo pausado de cada plano, que invita a la reflexión. Podemos hablar, pues, de algo más que de legitimidad por parte de su hijo; quizá la aparente sencillez del montaje sea lo que hace que la obra respire y consiga un efecto superior al de cualquiera de los otros films documentales realizados sobre la figura del cineasta ruso.
Andrei Tarkovski. A Cinema Prayer explora además el tema más relevante y sospechosamente el más omitido de entre los que se abordaron en el pasado. Su relación con Dios y su fe, junto con su visión de la vida y, por tanto, de la muerte, revelan aquí uno de los puntos clave para entender al maestro ruso. La religión para Tarkovski era, junto con el arte y la naturaleza, una de las bases para que el ser humano alcanzase la Verdad y pudiese cumplir su objetivo. La inmortalidad del alma y la espiritualidad en la vida terrena eran tan importantes para él como la familia o la memoria y así lo comenta en sus escritos y lo transmite con su cine. No es casualidad que se inspirase por la iconografía bizantina o las Escrituras, así como por otros maestros de otras artes como Bach, da Vinci o Tolstoi, cuyas obras también poseían esa espiritualidad “indescifrable”. La visión poética —no en términos de género literario sino de actitud hacia la vida— del cine supuso para Tarkovski la creación de una mirada profunda y personal hacia el mundo que caló hondo en el espíritu y en la retina de muchos espectadores y terminó por consagrarlo como uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos. Su legado sigue muy vivo hoy en día, desde El violín y la apisonadora —película olvidada por muchos— hasta Sacrificio —una de las películas más bellas del siglo XX— este film se adentra en las aguas del pasado para ofrecer un viaje cronológico y arrojar un poco más de luz sobre el creador de imágenes que esculpía en el tiempo.
«Y ya llegado el final, y en confianza: aparte de la imagen artística, la humanidad no ha inventado nada de manera desinteresada. Y por eso quizá consista realmente el sentido de la existencia humana en la creación de obras de arte, en el acto artístico, ya que éste no posee una meta y es desinteresado. Quizá se demuestre precisamente en ello que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.»
Andrei Tarkovski
[1] Tonino Guerra realizó en colaboración con el propio Tarkovski el documental Tempo di viaggio (1983). Baglivo realizó un total de tres documentales —El cine es un mosaico hecho tiempo, Andrei Tarkovski en Nostalgia y Andrei Tarkovski: Un poeta en el cine— sobre la figura de Andrei Tarkovsky en Italia, mientras rodaba su penúltima película Nostalgia en 1984 y Leszczylowski, por su parte, hizo lo mismo con el documental Dirigido por Andrei Tarkovski en 1988, que rescataba escenas del rodaje de Sacrificio.
[2] La película de Marker, Un día en la vida de Andrei Arsenevitch (2000), realizada para la televisión francesa es fascinante, sí, pero carece del eje central que guiaba a Tarkovski en el cine y en la vida: su cristianismo. Teniendo en cuenta la visión marxista del director es de suponer que la omisión de la espiritualidad ortodoxa de Tarkovski e incluso su sustitución por la superstición —se recalca el famoso suceso con el fantasma de Boris Pasternak—.
[3] El espejo se iba a llamar, en un principio, Un día blanco, blanquísimo al igual que uno de los poemas de Arseni Tarkovski y debido a esto, Tarkovskiy lo utiliza como título en el primero de los capítulos del film.