Uno de los propósitos que se marcó desde sus inicios Cine Maldito (y así lo indica su nombre) fue el de reivindicar esa clase de cintas (o incluso géneros) que por su propia condición de ‹outsider› de lo mainstream habían quedado relegadas al olvido, al menosprecio o incluso a la invisibilidad. A veces, aunque el dicho diga que algo es tan inútil como arrojar perlas a los cerdos, entre estas sombras escondidas de la cinematografía se pueden encontrar si no joyas sí al menos artefactos que desde su sencillez, su tosquedad o, si se prefiere, su malditismo son perfectamente rescatables como films a apreciar.
No parece este el caso de la filmografía de Víctor Garcia, pergeñador de toda clase de secuelas imposibles con destino al ‹direct to video›, sin más voluntad artística que la mera subsistencia y rentabilidad (por paupérrima que esta sea). No obstante, y huyendo un tanto de este circuito, An affair to Die For intenta buscar un recoveco de originalidad o, como mínimo, una impronta de producto con entidad propia.
El problema principal del film radica en el hecho de que sin ser secuela de nada, se perfila como una historia ya vista demasiadas veces: a saber, engaños, giros de guión cogidos por los pelos, un erotismo de resonancias noventeras desfasado y un elenco que ha vivido mejores momentos en su filmografía. De acuerdo que, conociendo las limitaciones presupuestarias, se plantea una puesta en escena parca, sobria, de escasos escenarios que buscan la sensación de laberinto claustrofóbico que contribuya a aumentar la sensación de suspense y sorpresa.
Nada de ello puede compensar una factura pobrísima y un guion que, a pesar del presunto ingenio en sus ‹twists›, no deja ni tan siquiera algún momento para el recuerdo o que se deslice hacia un absurdo hilarante que transforme el thriller en comedia involuntaria. O para entendernos, esta es la típica película que bien pudiera retrotraernos a lo más infame del “Niccagismo” sin atisbo alguno de la locura histriónica que el bueno de Nic aporta siempre.
Pero, como si García fuera consciente de ello, se guarda un as en la manga para el film. Un caramelo envenenado en la figura de Melina Matthews cuya breve pero importante aparición, hace elevar el tono del film unos cuantos puntos por encima de lo visto hasta su aparición. No es que sorprenda mucho el giro que protagoniza, pero sí que aporta ese punto Nic, esa locura desatada que convierten sus 10 minutos en pantalla en un desfase violento digno de mención, amén de protagonizar (no pondremos spoilers) uno de los planos más vistosos, salvajes y absolutamente memorables de lo que llevamos de año.
Así pues An Affair to Die For es otro de esos productos que confunden parquedad con desgana, presupuesto exiguo con brocha gorda y sorpresa de guion con incongruencia patillera. Quizás su visionado pueda resultar hasta cierto punto pesado, casi indigerible, pero que, solo por su desenlace absolutamente pasado de vueltas vale la pena aguantar. Al final, más que un romance por el que morir podría ser una Melina Matthews por la que ver una peli.