Amour fou (Jessica Hausner)

Amour Fou

Cuando Michael Haneke estrenó La Cinta Blanca se incidió de manera casi unánime en la parábola sobre los orígenes del nazismo, el huevo de la serpiente o por decirlo comúnmente, de aquellos polvos estos lodos. Quizás por el marco histórico en que se desarrollaba la acción, se asociaron con demasiada ligereza ciertos comportamientos, hábitos y actitudes con la ideología nacionalsocialista, como si esta hubiera surgido de repente como salida política, científicamente desarrollada, de una generación de inadaptados, de psicópatas desconectados con una herencia cultural que hubiera denostado dichos comportamientos.

Amour Fou de Jessica Hausner viene a desmentir, en cierto modo, dicho mensaje. No, no estamos ante un desvarío anacrónico donde hay esvásticas y arios decimonónicos, sino que de forma casi intrascendente, como pequeñas pinceladas de aire y pintura, se nos introduce en el mundo de la nobleza prusiana. Un mundo pintado inicialmente como refinado, culto, que mira con mezcla de admiración y distancia prudente los cambios acaecidos en Francia como consecuencia del proceso revolucionario. Es en esta mezcla de sensaciones que observamos unos personajes que analizan fríamente las repercusiones políticas que suceden en su país, haciéndolo en principio de forma que parece una visión fría pero objetivable. Lentamente, sin embargo, y gracias a la planificación pictórica de la puesta en escena y de unos planos medios fijos distantes, se configura un contexto, una atmósfera que no tiene tanto de fría como de estática, que se encierra en sí misma en un elitismo despreciativo de todo cuanto considera inferior.

Amour Fou

Estamos ante un retrato de un microcosmos que se niega a evolucionar, a aceptar que el mundo empieza a girar más rápido que sus lentas, densas y solo en apariencia apacibles sesiones de canto y debate. El mundo que Hauser ofrece en su película es un mundo desconectado, fuera de tiempo y lugar, como si sus habitantes vivieran en un lienzo del que no es posible (y no deseable) escapar. Un estilo de vida ordenado hasta la nausea donde, no obstante, van surgiendo educadamente eso sí, pulsiones más y más autodestructivas. El amor, por ejemplo, de dos personas aparentemente condenadas por enfermedades desconocidas e incurables, acaba siendo el motor del descubrimiento del desprecio de lo desconocido, del enfermo como no persona, sin derechos, sin lugar obvio donde situarse y con un destino muy parecido a lo que se denominó un siglo y medio más tarde la Aktion T4.

En el fondo Amour Fou es una película que versa delicada y a la vez duramente sobre el autoengaño y el miedo sobre el que la sociedad prusiana (y posteriormente alemana) edificó las bases de su nacimiento como estado moderno. Un mundo tratando de compaginar la alta cultura con la que sentirse orgulloso y exhibirse ante el resto de naciones con el menosprecio a las grietas democráticas, a los gritos populares que poco a poco avanzaban sin perpectiva de freno. Una película de personajes, de acción mínima pero concreta que muestra el desconcierto de toda una clase social que se mira constantemente el ombligo y que parlotea del resto como si fueran de otro universo (y por ello siempre resta en fuera de campo). Un film que es un retrato tan sedoso como afilado sobre un tiempo, un lugar y unos hábitos que se irían extendiendo has ta llegar a ese huevo de la serpiente y más allá. ¿Causalidad exagerada? ¿Determinismo torticero? Puede, pero en todo caso convincente, y por ello mismo triste, tenebroso.

Amour Fou

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