Aunque el nombre de Josh Radnor con total seguridad suene a muchos por su participación en la popular serie televisiva Como conocí a vuestra madre, en la que interpreta uno de los roles principales, el actor estadounidense ya había debutado hace cosa de dos años con un título que ya se llevó algún que otro premio de Sundance, y es que su debut, HappyThankYouMorePlease, conquistó a más de uno y no precisamente por tenerle a él al frente de un reparto que también encabezaron Kate Mara (Templario) y Malin Akerman (The Bang Bang Club).
Tras aquella experiencia, Josh Radnor no ha tardado mucho en volver y su Amor y letras volvió a estar entre los títulos de Sundance 2012, aunque en esta ocasión se fuera de vacío. Para ello, qué mejor que un elenco en el que se encuentran nombres del panorama independiente como los de Elizabeth Olsen (Martha Marcy May Marlene) o Richard Jenkins (The Visitor), que son quienes precisamente dan vida a los roles principales junto al de Radnor en la historia de un adulto convertido en maestro tras su paso por la universidad que acudirá a la llamada de un ex-profesor suyo y, una vez en su antiguo templo estudiantil, encontrará en Zibby, algo más que una compañera con la que hablar acerca de literatura o cualquier temática que les acerque un poco más.
En ese sentido, se puede decir de Amor y letras que es honesta con el espectador: plantea una historia romántica de visos más bien clásicos que funciona en su mayor parte gracias a la química que hay entre ambos actores protagonistas, y es que pese a los inconvenientes que parecen dividir a Jesse y Zibby, la compenetración entre ellos resulta más que palpable aun teniendo en cuenta que el carácter y modo de enfocar las cosas de cada uno de los personajes parece en ocasiones diametralmente opuesto.
Mientras Jesse es un tipo que cree haber madurado lo suficiente como para encontrar cierta distancia entre él y los especímenes que pululan por la universidad, a la par que intenta dejar clara en casi todo momento una faceta adulta que quizá no haya asumido como le gusta creer, Zibby sí muestra un juicio más acorde con su experiencia sin necesidad de despreciar ciertas obras u opiniones simplemente por el mero hecho de poseer un bagaje más amplio. Es ese hecho el que termina llevándolos a los dos a una posición incómoda, en especial a Zibby, quien encuentra en ocasiones ante sí a un tipo intransigente en materias (como la literatura) que no deberían reportar más consecuencia que la de una inocente discusión, pero ante las que Jesse saca su cara más enardecida y déspota.
Sin embargo, Zibby prefiere aceptar esos desmanes al haber encontrado a un tipo que parece lo suficientemente hecho a si mismo, y se agarra a esa conexión emocional que existe entre ambos y que funciona, por lo general, maravillosamente. Por su lado, Jesse pulula por un espacio, desubicado, en el que a pocas cosas puede agarrarse: su atípica relación con Zibby, la presencia de un estudiante que será el único al que parezca comprender en esa inhóspito territorio, y la aparición de una ex-profesora suya que parece generar un extraño morbo en él. Todo ello sin olvidar uno de esos personajes ubicados a modo de comparsa humorística (que, además, resulta un auténtico fiasco para la obra) que incluso sirve como una suerte de catalizador para Jesse en sus acometidas románticas/existenciales.
A pesar de ese borrón en forma de innecesario personaje, todo parece dotar de un cierto equilibrio al film, pues ahí están la química entre protagonistas, una realización depurada a la que no se pueden realizar demasiados achaques y esos instantes de desencanto que transforman lo que parecía una película romántica sin mucho más en un viaje de conocimiento y maduración personal (en realidad, Jesse no lo es tanto como creía) cuando el protagonista se enfrenta a una cuestión moral que termina derrumbando todas las virtudes de Amor y letras: ¿puedo establecer una relación seria y comprometida con alguien 10 años menor que yo?
En ese preciso instante, la cara más conservadora y rancia del cine norteamericano se da cita en pantalla para dejar un tufillo moralista que, para colmo, Radnor no consigue arreglar (más bien todo lo contrario) con una conclusión digna de estudio. Y es que ya no se trata de que el personaje en ese camino haya aprendido o no algo, sino más bien del hecho de no afrontar con convicción temáticas que daban para mucho más, y que ante este cine ¿independiente? ‹light› y minimizado (y aquí ya se podría entrar en un amplio debate, puesto que el cine independiente, además de presupuestos reducidos, también es confrontación de temáticas/formalismo “hollywoodiense” desde una óptica más prístina y desacomplejada) muere como quien no quiere la cosa para terminar indignando al espectador que vea algo más en ella que una película romántica (esto es, un fondo), que lo hay y, por desgraciada, termina por no apetecer casi hablar de él.
Larga vida a la nueva carne.
Estoy completamente de acuerdo con la crítica. Es una pelicula que lo tenia todo: Un amor idilico en donde la diferencia de edad resulta completamente atrayente; carente de textos vacios, una historia bien lograda, la maravillosa actuacion de Elizabeth Olsen (Una estrella en ascenso) y la complicidad que tenia esta con Josh Radnor. BUENISIMA. Sin embargo, el final dejó mucho que desear. Se trató de imitar esos finales del cien hollywoodiense donde por infinidad de razones los protagonistas no pueden quedar juntos. Pero ese no fue el caso de la pelicula ya que Jesse y Zibby tenian todo a su favor para quedarse juntos. No me gusto eso. La pelicula podria haber sido una de las mejores que he visto en mucho tiempo y termino siendo el PEOR final que le pudieron haber dado a esta pelicula