No es que Susanne Bier no hubiera hecho nunca comedia, pero trece años han pasado desde que realizará El amor de mi vida, y durante este transcurso, la intensidad de sus dramas habían sido su principal sello de referencia. Realmente por encima de esa capa de dulce comedia que tiene Amor es todo lo que necesitas, que en su título indica muy bien cuál es el único requerimiento para realizar una comedia de este tipo, Bier no se olvida del cine que está más acostumbrada a hacer. Es por ello que desde los intensos dramas de sus personajes nace un romance mágico, trasladada a la costa mediterránea de Sorrento en Italia, lo que le da un toque especial. Con la presencia de este paisaje, y también la de un Pierce Brosnan interpretando a un personaje casi antagónico al que tenía en Mamma Mía, en algún momento esta bella historia nos puede traer a la mente el musical, pero por suerte aquí no tenemos canciones de Abba, si no un constante That’s Amore de Dean Martin, sonando durante toda la película con una enorme sabiduría. Ni por supuesto el (inexistente) talento de Phyllida Lloyd se puede comparar a la gracia y elegancia que Susanne Bier imprime a su cine.
Ida está tratando de superar un cáncer de mama que le ha hecho perder un pecho, mientras que la quimioterapia la ha dejado sin pelo (esa peluquera calva a la que hace referencia su título danés original). Esto la ha llevado a un estado de inseguridad personal, una infravaloración que llega a su culmen cuando encuentra a su esposo teniendo relaciones con una compañera de trabajo mucho más joven que ella. Pese a que trata de ser lo más compresiva que puede, la vida de Ida se encuentra en un bajísimo estado emocional haciendo que toda su vida tenga un estado caótico. Por su lado Phillip es un empresario que vive inmerso en su trabajo, vive solo en un país que no es el suyo, y aún no ha sido capaz de superar la muerte de su esposa, la cual, sin decirlo, se da a entender que ocurrió hace bastante tiempo. Phillip vive en un mundo extraño para él, se mueve como una persona solitaria, escudada en el trabajo, sin tener nada más a lo que agarrarse en la vida.
Las vidas de ambos se cruzan cuando sus hijos, tras tres meses de relación, decidan casarse en Italia. Bier nunca renuncia a los tópicos del género, y de hecho el primer encontronazo entre ambos sucede de forma fortuita y es totalmente desastroso. Pero a partir de ahí, la visión de ambos va cambiando poco a poco descubriendo la naturaleza humana y la fragilidad de sus personalidades. Cada acto entre ellos se convierte en todo un maremágnum emocional. Bier se clava en sus miradas, en la de ella, mientras que él le explica la diferencia para que los árboles den naranjas o limones. La de él, cuando después de que el marido de ella se presente en la boda de su hija con su amante, la descubre bañándose completamente desnuda y vulnerable, sin su pelo, sin su pecho, al natural. Bier va poco a poco descubriendo cada uno de los pasos de esas dos personas que se van enamorando cuando creían que no serían capaces de volver a hacerlo. Haciendo que la fragilidad de los dos se resguarde cada vez más en los sentimientos de la otra persona.
Lo que resulta más notable en Amor es todo lo que necesitas es la habilidad de Bier para hacer comedia a partir del drama. Porque nunca pierde su tono divertido, explotado sobre todo a partir de unos secundarios de naturaleza cómica, alguno incluso sabiamente repelente, pero manejados con la suficiente destreza para que ninguno resulte caricaturesco. Muestra de ello es esa tía, que anhela desde su juventud ser capaz de conquistar al que fuera marido de su hermana, un personaje de naturaleza crispante y patética, pero que encierra en ella una necesidad de sentirse atendida y de librarse de una hija que le condena la vida con su comportamiento.
Bier atina con una película de naturaleza mucho más ligera que las que han poblado su filmografía reciente, pero lo hace con un gusto exquisito, sacando el lado más humano del drama y haciendo que su visionado sea realmente agradable. Tampoco pierde nunca los sellos de identidad que la han acompañado durante su filmografía, así tenemos una boda que parece predestinada a ser un desastre (aunque en esta ocasión se centre más en los preparatorios), que además, como ocurriera en Después de la boda, desvelará un secreto, aunque sólo sea a ojos del espectador. Nos encontramos con familias desestructuradas como la que había en Hermanos o Cosas que perdimos en el fuego, ninguna de ellas, ni la que se va a formar de nuevas, se cimienta sobre una base sólida y convencional. Incluso el tema del cáncer no es nuevo para ello pues era algo que hacía ya aparición en su última película, la galardonada En un mundo mejor. Amor es todo lo que necesitas quizá esté lejos de la trascendencia de los trabajos a los que Susanne Bier nos tiene acostumbrados, pero eso no supone ningún impedimento para disfrutar de una siempre sensata comedia romántica, apoyada sobre las bases tradicionales y rezumando un encantador aroma clasicista al ritmo de Dean Martin.