La habitual escasez de comedias de prestigio en el cine contemporáneo nos ha conducido a hacer una (injusta) clasificación entre películas de calidad y películas “del montón”: hoy en día parece que el buen cine es aquel que contiene cierta profundidad, mientras que todo producto cuyo propósito sea exclusivamente entretener queda relegado al terreno de la obra menor. Por eso la inesperada aparición de Amigos de más resulta de lo más refrescante: esta película viene a recordarnos que es posible pasar un buen rato sin recurrir a temas trascendentales y al mismo tiempo sin sufrir ese sonrojo (es decir, esa vergüenza ajena) tan habitual en las comedias contemporáneas. Lo dicho, pues: buscar profundidad en la nueva película Michael Dowse es una equivocación, ya que su único objetivo es proporcionarnos una simpática compañía de hora y media. Diálogos habilidosos, personajes bien perfilados, escenas dinámicas y gags pequeños pero muy simpáticos hacen innecesario todo carácter reflexivo en un efectivo pasatiempo que funciona por si solo.
La singularidad básica de esta película es, digámoslo ya, la presencia de Daniel Radcliffe en tanto que protagonista del reparto. Mucho se ha dicho ya al respecto: la más que correcta interpretación (en la cinta que nos ocupa, se entiende) del joven actor que años atrás dio vida al más famoso de los magos contemporáneos ha sido toda una sorpresa, hecho que ha reducido buena parte de las críticas de Amigos de más a la frase “la mejor interpretación de Daniel Radcliffe”. Si bien es cierto que la película cuenta con otros aspectos igualmente positivos, no deja de ser verdad que el actor ha logrado superar la condena del eterno actor de “aquella exitosa franquicia” pero de talento cuestionable (algo semejante a lo que pasó con Mark Hamil tras su interpretación en la primera trilogía de La guerra de las galáxias). Transcurridos los diez minutos de la película, ya nadie se acuerda del personaje que catapultó a Radcliffe a la fama, y este se convierte no solo en el protagonista indiscutible del show sino también en el motor principal de la funcionalidad del producto. Aquí tenemos, pues, la primera muestra de talento de aquel actor aparentemente de poca categoría que poco más parecía tener que decir una vez completada la saga “rowlliana”.
Digámoslo todo, no se trata de una película perfecta. Su principal defecto se encuentra en el hecho de ser un producto a ratos demasiado autoconsciente: los habilidosos diálogos de sus personajes, así como también su carácter extrovertido, en ocasiones corren el peligro de convertirse en autoparódicos, condenando a los personajes a parecerse a personas que interpretan personajes preestablecidos. Afortunadamente, el estudiado guión de Elan Mastai parece ser consciente del peligro, motivo por el cual se toma la molestia de desnudar a los protagonistas (cabe decir que lo hace incluso literalmente en una secuencia tan simpática como efectiva), mostrando así su verdadera personalidad y con ella su aspecto más humano. En resumen, Amigos de más no deja de ser una comedia entretenida y efectiva decidida a esquivar los principales tópicos de la comedia convencional y a convertirse en una de las propuestas cinematográficas más refrescantes de la temporada. Ojalá haya muchas más como esta.