Finalizada la edición de este año del Americana Film Festival hay varias cuestiones a destacar. En primer lugar lo que al festival propiamente se refiere. Como ya viene siendo habitual la organización, el ambiente y la capacidad de generar interés cinéfilo se mantienen en todo lo alto. Puntualidad, eficiencia y una programación que mantiene un perfil alto aunque quizás con un nivel general algo inferior (aunque sí más cohesionado) al de la pasada edición.
Hablando de lo homogéneo y de lo visto en esta edición hay una temática, una corriente que en diversas formas se manifiesta constante en todas las películas: el miedo, la angustia y la preocupación. Sea a nivel metafórico, íntimo o político se intuye una preocupación de los cineastas por hacer patente una sensación de sociedad inmersa en un hiato, en un punto de inflexión donde no se acaba de ver claro si vamos a evolucionar hacia algo mejor o si la decadencia de occidente es algo ya imparable.
Así en Closet Monster o Goat el foco se centra en la sexualidad desde un punto de vista en el que la masculinidad se revela como el foco de atención, en cómo debe afrontarse a pesar de las presiones al respecto de lo que supone ser homosexual o exacerbar comportamientos tribales primitivos como marca virilidad completa. Algo que también encontramos pero desde un punto de vista más existencial en James White, donde el miedo no es tanto a lo que supone ser hombre como identidad de género sino al proceso de maduración, del paso a la edad adulta, de la asunción de la identidad propia.
Miedos y angustias más globales se dan cita en Creative Control, con todo lo que supone el aislamiento social y la adicción al trabajo y al sexo ante la irrupción y evolución de las nuevas tecnologías, pensadas aparentemente para una mejor interacción humana aunque arrojando en su debe el efecto contrario. Una angustia que también va de lo individual a lo global en Christine, metáfora perfecta de cómo la vulgarización de los medios de comunicación pueden derivar en derrumbe de valores colectivos y de paso denigrar hasta cierto punto la valoración laboral de la mujer.
De mujeres y sus roles se ocupa casi centralmente Certain Women, film que plantea interrogantes precisamente sobre lo esencial de lo que significan, o se da por descontado, qué significa ser mujer. Un film que al igual que en Wiener-Dog su fragmentación de capítulos intenta captar desde una perspectiva amplia y variada diversos puntos de vista al respecto de la feminidad en caso del fil de Reichardt o de los oscuros secretos ocultos bajo las convenciones sociales en el caso de la película de Solondz.
Aunque quizás el film más completo, en el sentido de abarcar el miedo de la forma más global posible ha sido Another Evil. Quizás su funcionamiento cinematográfico se antoja algo irregular pero es harto valorable que, desde su mirada irónica del género, consiga hablarnos de tantas cosas como la familia, la soledad, la (in)seguridad y los falsos profetas políticos que se asoman en estos tiempos.
En definitiva el Americana Film Festival de este año ha puesto sobre la mesa una panorámica sobre el signo de los tiempos que estamos viviendo, un festival pues, que nos a permitido por igual disfrutar de buen cine independiente y al mismo tiempo de invitar a la reflexión. ¡Hasta el año que viene!