Andrea Arnold ya es una habitual en el Festival de Cine Europeo de Sevilla desde que en el 2006 presentara Red Road y tres años más tarde Fish Tank. Algunas voces, no sin cierta ironía, aseguran que es una discípula aventajada de Ken Loach, pero sin el maniqueísmo de aquel. Ella ha retratado al mundo WASP del Reino Unido y con American Honey sigue ahondando en una juventud perdida y desorientada destinada a desintegrarse antes de tiempo, los desechos del sueño americano.
Star está abandonado su adolescencia mientras cría a dos niños, busca comida en la basura y malvive en una casa destartalada con un marido al que ya no le une ningún sueño o esperanza, así que ante la primera oportunidad que pasa por su camino y tras dejar a sus retoños en mejores manos que en las del hombre que alguna vez amó, se lanza a la carretera con un grupo de jóvenes que venden revistas mientras recorren los Estados Unidos en furgoneta.
Lo que sigue es una road movie a ninguna parte, sin final visible, donde los sueños son cantados por raperos hablando de la zorrita de anoche y de cómo se hace dinero en la calle, con alcohol en la parte de atrás de la furgoneta, un par de malos recuerdos que olvidar y buena compañía entre juguetes rotos con mentalidad de ganadora, y entre medio, silencios donde los pensamientos sobre el futuro no son bienvenidos.
La vida es levantarse temprano delante del motel de carretera de turno. Bromas, bromas por todas partes, peleas inocentes y comentarios obscenos. Son una manada, una tribu de chicos y chicas que nunca tuvieron una oportunidad, ya no esperan nada de nadie y llevan a cabo su cometido desembarcando en los lugares apropiados para conseguir vender las revistas a base de engaños, de pena o de cualquier cosa que sirva para ganarse unos dólares. El fracaso no es una opción: tanto ganas, tanto vales. Nos vestimos de pobres si vamos a un barrio rico. Hay que dar pena. Nos vestimos normales si vamos a un barrio de pobre. Son de los nuestros. Cantamos aleluyas si vemos a un fanático religioso. Nos recortamos la falda si vamos a la fábrica. Todo a ritmo de rap como himno de guerra, como cuando los marines arrasaban Irak con las Spice Girls a todo trapo.
Casi tres horas de momentos videoclip, en un viaje a ninguna parte pero a la vez al corazón herido de América. Los integrantes de esa furgoneta provienen de todos los lugares donde se amontona la chatarra del país. Pero ellos están vivos y están juntos.
Star no acaba de entrar en el nuevo mundo hasta su bautizo final, donde acepta quién es y donde nunca más se preguntará qué quiere hacer de mayor. Cuando alguien se lo pregunta se queda sin habla, jamás nadie le inquirió por el porvenir. Ella coge esa pregunta, se la lanza al personaje interpretado por Shia LaBeouf y éste calla también. La furgoneta no va a ningún lugar. Pero es agradable. Los amigos, el amor y la rebeldía viajan guiados por una chica en bikini con la bandera de la confederación.
Al igual que en sus anteriores trabajos, American Honey peca de un metraje excesivo, donde su cineasta no sabe donde terminar la historia, con una última media hora donde el espectador espera el fundido a negro final en cualquier momento, pues comprende ya que no habrá una evolución y una resolución al uso. Pero su escena final termina por ser la ‘rendición incondicional’ de nuestra protagonista ante el nuevo camino que tiene por delante. Vivir al día, no pensar en el mañana, ser una más de la tribu y tomar el dinero que por derecho se han ganado entre mentiras y halagos.
Todo podría volverse asfixiante. La vida en la furgoneta y el motel no es tan perfecta, sobre todo si tienes a un Shia LaBeouf rondando cerca tuya y buscándoos con la mirada mientras evitas a la jefa de todo esto. Pero en ocasiones aparece el milagro y de pronto suena Fade into you de Mazzy Star mientras un descapotable robado acelera y se aleja de la última casa.
La película de Andrea Arnold retrata con su mezcla habitual de frialdad y respeto a sus personajes. La música rap no se utiliza como crítica a la misma y no hay esa compasión tan atroz que hace gala en ocasiones el peor Ken Loach de la llamada clase trabajadora. Entiendo que mucha gente no entre en la película o se queden con una trama que desde un punto de vista simple se puede catalogar de no evolucionar o de repetirse hasta la saciedad salpicada de momentos musicales.
American Honey no intenta dar pena, ni que reflexiones sobre el derrumbe post-industrial de la llamada América profunda. Es la sonata de esa juventud desplazada y pisoteada que se niega a bajar la cabeza y abraza al auténtico dios, el dolar. Esos chicos y chicas que solo se atreven a pensar en mañana en los silencios entre canción y canción o que rodeando una fogata gritan que ellos también tienen derecho a soñar.
Arrancaron el comentario demostrando que o no vieron la película, o no entendieron nada. Varios errores ponen en evidencia que no vale la pena guiarse por lo que este artículo diga.
Me da a mi que no te has enterado de nada de la peli.. que desastre de critica…
Terrible crítica,ni la protagonista está casada ni los niños son sus hijos…
Para los otros comentarios, no es una critica pero es muy buena usaste las palabras justas, viste más allá.
Pd: si son los hermanos y el hombre es su padrastro