La joven realizadora sueca Gabriela Pichler sorprendió hace seis años con su primer largometraje, Come, duerme, muere, con el que se llevó el Giraldillo de Oro a mejor película en el Festival Europeo de Sevilla. Ya en ese film demostraba algunos de los rasgos que caracterizan su cine: personajes marginados, inmigrantes y/o de clase obrera, una querencia por el drama social con toques de humor y una cámara cerca, muy cerca de sus personajes.
En Amateurs (2018), presentada en el Atlàntida Film Fest, Pichler nos presenta a Aida y Dana, dos amigas adolescentes de origen extranjero y de clases sociales muy diferentes. Mientras Aida se mudó a Suecia con su familia migrante, Dana fue adoptada por un matrimonio kurdo-croata de clase media. El ayuntamiento de Lafors, la pequeña ciudad donde residen, decide hacer un vídeo promocional para atraer a una multinacional alemana que está pensando establecerse en el pueblo, y piden a los alumnos del instituto local que graben su entorno.
La película mezcla sin solución de continuidad las imágenes objetivas, grabadas en alta calidad con cámara en mano, con las tomadas por las propias adolescentes con sus teléfonos móviles. Poco a poco, lo que parece una comedia divertida sobre unas chicas jóvenes que buscan destapar las hipocresías locales, se torna en un verdadero drama social donde empiezan a emerger situaciones de racismo, marginalidad y conflicto social.
Ante el ascenso reciente de partidos xenófobos tanto en Suecia como en otros países nórdicos, ya hace tiempo que van apareciendo películas que ponen el foco sobre la cuestión de la inmigración, intentando reflexionar sobre la dicotomía entre cómo integrar a los migrantes en el país de acogida respetando al mismo tiempo su cultura; entre cómo usarlos en empleos precarios y al mismo tiempo pedirles que participen en la vida pública. En Amateurs encontramos varios lados del problema, con una migrante pobre (Aida) y una rica (Dana) y un migrante de segunda generación perfectamente integrado (Musse, que trabaja para el ayuntamiento).
El gran acierto de Pichler es extender de una manera radical la idea de dar voz a aquellas que no la tienen, poniendo en juego un dispositivo narrativo mediante el cual las adolescentes no sólo adquieren el protagonismo, sino también un cierto poder de puesta en escena. Las imágenes grabadas con su teléfono móvil, aunque falseadas y rodadas, consiguen luchar contra el paternalismo presente en muchos de estos films, además de ofrecer un relato casi documental sobre la vida de las adolescentes y sus intereses.
Amateurs (2018) es una película que plantea preguntas y fomenta el debate, que consigue transmitir mejor su mensaje en aquellas escenas donde es más sutil. La propuesta creativa de Pichler y el buen hacer de sus actrices protagonistas reluce y sorprende en la primera mitad del film. Sin embargo, la película pierde fuelle al no ser capaz de dotar a todos sus personajes de mayor profundidad, pecando así de una cierta división de trazo grueso entre buenos y malos que sobrevuela toda la segunda parte, y que alcanza su clímax en la escena final en un cine, donde la moralina campa a sus anchas entre las butacas.