Alois Nebel supone un golpe sobre la mesa mayúsculo en la producción animada europea reciente. Debut del realizador checo Tomáš Lunák a partir de la novela gráfica del mismo nombre ideada por Jaroslav Rudiš, hace honor a la arraigada tradición animada de su país con un retrato psicológico de un empleado de ferrocarril en la Eslovaquia que abraza el capitalismo, en la línea del clásico Trenes rigurosamente vigilados de su compatriota Jirí Menzel. Eliminada en su carrera por los premios Oscar como representante de la República Checa a Mejor película extranjera, ha sido reivindicada en numerosos festivales como lo que és, una joya en bruto de tono reposado y contemplativo, cuya contenida animación en blanco y negro esconde unos ambiguos personajes marcados por un pasado atroz.
Retrata la historia de Alois Nebel, un funcionario de vida gris encargado de controlar el tránsito de trenes en una recóndita estación situada en la región oriental de la cadena montañosa de los Sudetes, frontera de la República Checa (en los tiempos del filme, Checoslovaquia) y Polonia. Numerosas alucinaciones en las que se funden el presente y un difuso pasado trastornarán la mecánica vida de Alois hasta el punto de cuestionarse su propia cordura. Al mismo tiempo, una misteriosa figura escapa de las autoridades a través de la frontera polaca, armado con un hacha. Ambas figuras se encontrarán sin mediar palabra, trenzando una relación cuyas raíces se hallan en los borrosos recuerdos del protagonista.
Es una película que supone un conocimiento previo por parte del espectador porque evita explicitar hechos que son una realidad en la vida del protagonista. Esto puede considerarse un error o virtud por ser insobornablemente fiel a su premisa, que es la de la narración desde la percepción de Alois Nebel. Aunque un desconocedor absoluto de la evolución de la historia europea a lo largo del siglo XX todavía podría disfrutar de la negrura y desesperanza que desprende el relato, no tendría ni punto de comparación con la experiencia del poseedor de unas nociones básicas, por la infinidad de matices que aportan, sobre todo a la construcción del protagonista. Procedo con una situación temporal para novatos entre los que me encuentro.
Su historia alterna dos tiempos, la acción principal transcurre en la Checoslovaquia de finales de los 80, mientras que las alucinaciones del protagonista se enmarcan en 1945. Estas visiones rememoran la expulsión de los alemanes étnicos de la antigua Checoslovaquia tras la Segunda Guerra Mundial por una supuesta colaboración o filia con la maquinaria Nazi. Este colectivo era mayoría en la región de los Sudetes donde se sitúa la acción principal de Alois Nebel y en su deportación sufrió un trato inhumano que desembocó en numerosas muertes, un hecho oscuro que se prefiere no recordar. Por otra parte la Revolución de Terciopelo a finales de los 80 supuso la caída del régimen y la entrada del capitalismo en el país, con la independencia de la República checa y la eslovaca.
El apellido de nuestro protagonista, Nebel, significa niebla en alemán, una metáfora que referencia lo difuso de la memoria, pilar fundamental de la obra de Lunák. Consecuentemente, todas las secuencias que retratan recuerdos estarán acompañadas de una bruma espesa e impenetrable. Estos pequeños retazos que se desprenden de la trastornada mente del protagonista nos remiten directamente a ese hecho sombrío, también presente en la propia constitución del personaje, sus andares y sus manías. Conocedor de la crueldad de la que el ser humano es capaz, se aferra a sus fieles horarios de tren, la única verdad realmente objetiva que puede apaciguar su desgarrada alma.
El empleo de la técnica de rotoscopiado con la que experimentara Linklater en A Scanner Darkly y Waking Life es utilizada aquí como medio para otorgar un realismo oscuro y turbio a la narración, capturando previamente la acción principal y movimientos de los personajes mediante una filmación convencional para posteriormente otorgarle su carácter animado. Esto permite definir una profundidad en los personajes basada en sus expresiones difícilmente alcanzables mediante animación tradicional. Por esto mismo destaca la veracidad de la construcción del protagonista, en una sobria y elogiable interpretación de Miroslav Krovot (The man from London, Béla Tarr), más aún en un personaje como el de Alois Nebel, cuya personalidad se evidencia por sus acciones y gestos.
En su estructura de relato negro de vertiente psicológica, nos aventura por los insondables rincones de la memoria, sugiriendo y dejando margen al espectador para que saque sus propias conclusiones en esta historia de rencor y venganza, de aceptación y deriva. Su exacerbado pesimismo no deja lugar a duda: podremos sobrellevar nuestra existencia con mayor o menor agrado, pero nunca conseguiremos deshacernos de nuestra pesada losa.