El Km 0 de la Ruta 66 —milla inicial, en realidad— marca un camino de veneración y nostalgia por lo desconocido. Recuerdo las palabras de Toni Comas, director de Indiana, cuando nos contaba que él iría donde pudiese trabajar, y si implicaba estar en Estados Unidos, allí iba a estar. Algo de esto tiene Almost Ghosts, de caminos de ida, de supervivencia y de abandono. De directores que se fijan en el poso más reciente de otros andares para conseguir contar sus historias. Y de fantasmas, de los que ya lo son y de aquellos que poco a poco se están borrando de la existencia visible.
De estos directores trotamundos que buscan la historia que supura entre paredes y recuerdos encontramos siempre la estaticidad que busca todo viajero, aquella pieza inamovible que da nombre y fondo a un lugar concreto. Lo que nos mueve de un punto a otro solo para poder visualizarlo con nuestros propios ojos. Que no nos lo cuenten.
Pareciera por momentos que Ana nos quiere hablar de algunos de lugares, espacios anteriormente transitados que se han adaptado en cierto modo a la inoperancia. Pero son lugares que han existido por la intervención del hombre, que se construyeron al ritmo de una sinuosa carretera y olieron el olvido cuando una más recta quiso atravesar su futuro. Y por tanto, el encanto de la palabra del hombre no pasa desapercibida para la directora, que encuentra en tres hombres que rondan ya su quinta juventud, el testimonio más verídico del paso del tiempo.
Ya no son las chapas metálicas que replican el nombre de algún restaurante o rezan aquello de «Historic Route 66», son los hombres que se sientan junto a ellas que vieron cómo sus pueblos vivían gracias a una carretera, cómo agonizaban al desaparecer el tránsito y que una morriña mal entendida le daba vida de nuevo. Ellos son una parte viva de todo ello. Sea porque nunca salieron de allí, porque no solo querían volver a ese lugar o porque ya no tienen otro lugar al que ir, tres espíritus soportan una de las revoluciones históricas de la joven América profunda.
Hay algo parecido a magia en Almost Ghosts y en los tres pilares que ha elegido Ana, donde la apariencia y el ritmo en el que todo se narra es casi más importante que su punto de partida: la leyenda de la 66. La fascinación por el desgaste físico de pueblos abandonados compite con la perseverancia de aquellos que los quieren mantener con vida, así que son los detalles y las anécdotas un muy buen material sobre el que construir una historia paralela mucho más enriquecedora. Es así como nos encontramos con estampas dignas de recuerdo postal para el turista medio que subrayan las palabras de tres fanáticos del pasado, sea por querer vivir hasta el infinito o por desear la muerte cuanto antes, calibrando sus diferencias hasta encontrar un mismo fondo.
Lo coches que transitaban la Ruta 66 se han transformado en autocares de curiosos, dispuestos a comprar pedazos de lo que antes era el feliz hogar de alguien, que corrió tan lejos como una Interestatal le permitió en busca de prosperidad. Ese curioso que alimenta el recuerdo, el amigo perfecto de Almost Ghosts, capaz de enfatizar el olvido a través del souvenir y tres señores inquietos.