Michal Marczak es un joven cineasta polaco que con 34 años ya tiene una sólida trayectoria a sus espaldas como director y guionista. En el Festival de Cine Europeo de Sevilla pudimos disfrutar de su quinto largometraje de no ficción, aunque con suficientes elementos que matizan esta condición de documental.
All These Sleepless Nights funciona como un collage de situaciones y momentos localizados a altas horas de la noche, cuando el alcohol habla por uno mismo de manera desinhibida, entre cigarrillos y compañeros de juerga que no volverán a aparecer cuando amanezca. Acompañamos a Krzysztof y su amigo y compañero de piso Michal, en un seguimiento exclusivamente nocturno, entre fiestas y resacas. Básicamente la película actúa como un ejercicio donde se muestra la vida de un estudiante durante año y medio, pero sólo deteniéndose en la noche (salvo una escena). Un año y medio condensado en 100 minutos de fiestas, bromas, alcohol, drogas, sexo, amor y conversaciones que en el momento puedan parecer trascendental, pero que tal vez a la mañana siguiente no lo sean, si es que se recuerdan.
Esta forma de condensar un largo periodo de tiempo nos lleva inevitablemente a una de las intenciones que asoma en la película: el concepto de cambio. Desconocemos que estudian los amigos, o como se relacionan tomando un café. El inicio de la cinta no deja de ser un aviso de lo que viene a continuación, con Krzysztof preguntándose el conjunto de horas que puede un joven estudiante pasarse rompiendo con una pareja, bailando o bebiendo. Así pues, tenemos dos conceptos; el primero es el tiempo y el segundo es la consecuencia lógica del primero, el cambio.
Un cambio que se percibe en el relato de manera abrupta si se hace el ejercicio de comparar al protagonista tomando el inicio y el final, pero que a lo largo del metraje es mucho más sutil. Al fin y al cabo, por la forma de mostrar la vida de Krzysztof, la mayoría de los momentos cumbres de un chico de su edad no son mostrados. Quiero decir, que si durante buena parte del relato aparece un amigo fiel, de pronto deja de estar presente en la película. Desconocemos los motivos de este distanciamiento, porque el cineasta ha suprimido conscientemente estos momentos claves, por mucho que toda pueda estar insinuado entre discotecas, cervezas o miles de cigarrillos.
Hay una deliberada elección de localizaciones en la obra de Michal Marczak. Todos los lugares son la elección lógica siguiendo la búsqueda de una buena iluminación. No estamos, por tanto, ante un relato lleno de eso que coloquialmente podríamos llamar ‘suciedad de la imagen’. No sólo aquí se difumina la barrera entre ficción y cierto planteamiento establecido de antemano, es chocante descubrir en las entrevistas que su director ha dado, que el personaje femenino, quien forma un triángulo protagonista junto con los dos amigos, es alguien introducido desde el planteamiento narrativo. Lo interesante es que la aparición de este personaje resulta para el espectador de lo más natural y es entendido como parte del proceso de no ficción. Aquí descubrimos uno de los juegos de los que hace gala el filme: se introducen ideas o personajes para luego capturarlos sin guión, en un seguimiento exhaustivo durante año y medio, con lo que el resultado es un proyecto que divide a la crítica entre catalogarlo de ficción o no ficción, aunque no es reseñable la polémica más allá de entender la forma de trabajar del cineasta polaco.
La acción toma lugar en Varsovia. Desde el edificio donde habita Krzysztof puede observarse el edificio más emblemático de la capital polaca. Se captura la ciudad llena de vida y de una juventud que se relaciona con estudiantes de otras nacionalidades. Lejos de la idea de una Polonia cerrada en si misma, observada en otras cintas del Festival Europeo de Sevilla como The Sun, The Sun Blinded Me, la juventud actual es mostrada abierta y disfrutando el momento. Hay un buen puñado de películas polacas actuales con una visión crítica sobre el país y la sociedad (donde predomina un conservadurismo religioso y lleno de racismo hacia lo distinto según se desprende de estas obras), pero a la vez una nueva generación de cineastas jóvenes capturan otra faceta y ambiente diferente. Son dos visiones que más que enfrentarse se articulan para representar las contradicciones de Polonia.
No obstante, últimamente ando bastante obsesionado con la imagen que se transmite de determinados países y como dichas imágenes son consumidas por Occidente de manera que sólo sirven para reafirmar su superioridad moral o sobre todo, deformar la idea del país hasta asociarlo a una imagen fija. Pero de eso ya hablaré en la próxima crítica a The Sun, The Sun Blinded Me de Anka Sasnal y Wilhelm Sasnal. Películas, en el fondo, cuya creación parece más enfocado a la crítica internacional que al consumo patrio.
All These Sleepless Nights termina hablando del cambio, de la llegada no tanto de la madurez sino de las pequeñas victorias y derrotas nocturnas que conforman la transformación. Una película que huye de la nostalgia, que podría empañar el relato, ayudado de esa cámara que sigue todo el tiempo a nuestro protagonista sin juzgar. Obviamente a determinada edad y para determinados ambientes el ejercicio de Michal Marczak nos trae a la memoria aquella época, pero no está dulcificado. De hecho, en ocasiones más de un personaje actúa de tal manera que acaba cargando al espectador. Y sí, alguien podría hacer un análisis ideológico y concluir que los protagonistas son de una determinada clase social y que no todo el mundo puede vivir en esa burbuja, pero eso sería más una observación que una crítica en si a la película.
Una obra, en suma, sugerente (me prometí a mí mismo no usar nunca esa expresión en una crítica, de lo manida que está), que por momento acaba agotando al espectador tras la repetición narrativa a la que le lleva su mecánica interna, pero que merece la pena disfrutar.