Como se había prometido, Alive in France es el recorrido por una de las pasiones de un cineasta tan estrambótico y elemental como es el neoyorquino Abel Ferrara. El también promulgado director que mejor supo retratar de las adicciones se sirve de las calles francesas para construir este recorrido musical centrado en una serie de conciertos que el propio Ferrara llevó a cabo en el país vecino; el leitmotiv de esa serie de actuaciones, que descubre una faceta quizá desconocida de nuestro protagonista, son las canciones relacionadas con sus películas. Por ello, se verá acompañado de dos figuras elementales que recorrieron para Ferrara en un aspecto para él tan relevante de sus obras como son las composiciones que dieron banda sonora a sus películas: Joe Delia y Paul Hipp que, principalmente el primero, son personas elementales para la filmografía del cineasta por las canciones que ya formarían parte del recuerdo de su trabajo.
No siendo la primera vez que aborda el documental, Abel Ferrara crea este Alive in France como un itinerario espontáneo hacia su propia persona, con las ansias de reivindicación de un campo tan importante para él como es su afición a la música; no cerrado en sí mismo como una glorificación al virtuosismo (eso lo dejará, con un soplo decadente y de viejos rockeros experimentados, a sus partenaires Delia y Hipp), sino como un campo que el director planea abordar sin tapujos, con mirada autobiográfica en el repaso de su peso como director de culto (esos fans que lo paran por la calle y el, cuasi figura fantasmagórica, responderá en más de una ocasión con ciertas incorrecciones), aunque con una tendencia clara a exponer la otra gran filia de su vena artística, la música, esta tendrá suma importancia en el documental con ciertos números musicales que funcionarán como nexo de unión entre los diferentes retratos del viaje de Ferrara (acompañando por parte de su familia) con sus camaradas por tierras galas. Todo se hará, radicando además la enorme frescura y naturalidad que se vislumbra en el film, tirando de la espontaneidad, estableciéndose Ferrara como un carismático impulso cómico caricaturizando aún más un personaje ya delimitado por lo extravagante de su obra, con lo que este Alive in France se degustará como un repaso cerrado al personaje y su arte, aunque esta separación ya de por sí supondrá algo difícil de limitar si se ahonda en su filmografía.
La obra de Ferrara es heterogénea, y, en cierta medida, multidisciplinar; así será en Alive in France la variedad musical que recorra la pantalla. Apuntes rockeros, más como actitud que por sonido, así como sumersiones en el funk, el soul, el blues y hasta el punk rock desenfrenado. No será, desde luego, el único punto de conexión entre este producto, que a su manera funciona como el detrás de los bastidores de este viaje europeo de Ferrara, con sus obras de ficción. Si antes promulgábamos a Ferrara como el cineasta de las adicciones; sobre ellas ha circulado su obra y vida, incidiéndose esta diatriba en el propio documental. El espíritu decadente, desaliñado y degenerado de todo lo que pudiera rodar a las adicciones y su supuesta superación, está presente en Alive in France, con un recorrido de alma underground, urbano y totalmente desprejuiciado; todo bajo la espontaneidad de un Ferrara que asume en su viaje musical el peso de su condición de autor ilustrado de los bajos fondos, de la pelea diaria de su formación musical, de las vicisitudes de la inventiva musical y todo ello recreándonos la idiosincrasia de un personaje singular y burlesco, paradigma de la mordacidad de un cineasta fundamental. Su último documental da buena fe de ello, apoyándose en la sencillez y naturalidad del personaje, método inmejorable para conocer a todo un artista de los suburbios.