Asimilar una película como Alipato: The Very Brief Life of an Ember no es ninguna tarea fácil. Aunque su historia recorra terrenos comunes como ese suburbio filipino donde un grupo de jóvenes viven en la cotidianidad de la vida criminal de los bajos fondos, la forma en la que se expone esto en su desarrollo argumental trasciende mucho más allá de la mera narración. La película de ese indescriptible realizador filipino llamado Khavn (cortometrajista de amplio recorrido cuyas experiencias con el documental están muy patentes aquí) también pretende, desde primer momento, el retrato social; ambientada en una Manila asolada por el humo tóxico, la vida en la calle tiene un precio tan bajo que meros niños lideran la vida criminal de la región, hasta el punto asaltar el banco central de la ciudad. El desarrollo argumental, que no su manera de exponerlo, será familiar a otras propuestas de similar premisa: el robo saldrá mal, habrá traiciones, muertes y un líder que tras pasar un largo periodo recluso volverá y será al que muchos estén esperando. Nada nuevo que no se haya tratado en el noir de décadas pasadas, aunque es en sus formas donde Alipato consigue su más que extraña identidad fílmica.
Retratando una especie de futuro distópico de la Filipinas más espectral y suburbana, Khavn plantea todo tipo de estrategias para acercar al espectador a la historia; no solo destacará la forma con la que se presentan a estos jóvenes delincuentes, muchos en edad pre-púber, y sobre los que su cámara circula casi en primera persona para presentar una delincuencia turbada y hasta lujuriosa (choca que se mezcle esta infancia con la delincuencia de manera tan natural, pero además también se dará pie a constantes insinuaciones sexuales entre ellos), al mismo tiempo que compone su estética de tintes surrealistas, tornando la descripción de estos bajos fondos perversos en un halo pesadillesco. Esto, lógicamente, separará de la película al espectador de miras más convencionales, pero lo excesivo de su look dejará patente el extremismo con el que se narra una historia que, con toda probabilidad, podría haberse liquidado en un mediometraje. El director aboga por ello en quedarse en lo estilístico para generar interés, yendo más allá de la mera narración para causar irritantes sensaciones e incluso incomodidad; una escena de sexo, peculiar por algo que tendrá que adivinar el espectador y que servirá de unión entre los dos actos diferenciados de la película, confiere un sucio tratado a la erótica muy digna de mención.
Siendo una película enfrascada en las miras de su director, este muestra también ciertas filias por la arquitectura y asimilación de los interiores (los rebuscados movimientos de cámara también incitan a cierta mirada artística de ciertas secuencias), en un puñado de escenas que aunque en algunos momentos pequen de cierta inconexión, todo apunta a la confesa pretensión de la película por crear una atmósfera infernal, opresiva y alocada de los bajos fondos de Manila, con una situación de hechos que engatusarán por lo turbio de sus consecuencias. Alipato es una película sucia, tanto en imagen como en trasfondo, y los hechos de sus personajes darán pie a una nebulosa sensación de iconografía embarrada, parca en palabras pero cruenta en descripciones. No solo es cruel la facilidad de sus jóvenes protagonistas de enfrascarse en la violencia de la mórbida sociedad que les ha tocado vivir, si no la sensación de navegar sin freno bajo los recovecos más pérfidos de lo extremo.
Alipato es una película con la que su realizador se abre paso a golpe de machete por la cinematografía más vanguardista (sus previos largos comparten intenciones a este respecto) con una mirada interior por la violencia más sombría, a un desalentador futuro distópico de inquietantes semejanzas con la actualidad, y todo ello valiéndose de una luminosidad que dará incluso espacio para el chiste o el número musical. Pero, analizando la película en todo su contexto, el film guarda en su rasero una aprovechable mirada hacia el sufrimiento de sus personajes y a la paulatina destrucción de su existencia, dentro de una narración visual que no olvida un inteligente uso del sonido, e incluso de la animación. Es en definitiva una destacada y quizá excesiva mirada al suburbio, que no dejará a nadie indiferente.