Nuevos recuerdos desde Alemania vienen dados de la memoria y la dirección de Christian Schwochow. Al otro lado del muro, Westen en su título original, llega casi dos años más tarde a las carteleras españolas. Se expone la dualidad que existía entre la Alemania comunista y aquella en la que se estaban dando los primeros tintes de avance en la democracia y la libertad. Sin embargo, no todo fue tan idílico como se podría pensar. Basada en la novela de la escritora Julia Franck Zona de tránsito, podremos ver un filme en el que los comienzos desde cero no son nada sencillos, más aun cuando uno lo tenía todo.
Una Alemania dividida política y físicamente por el Muro será el escenario que arranca con una primera parte excepcional de la película, llena de misterio y suspense. Todo comienza con la imagen de una pareja y su hijo cuyo cabeza de familia se marchará con la intención de volver lo antes posible junto a sus seres queridos. Pero no será así. Kelly Sneff (Jördis Triebel) tendrá que hacer frente a su vida solitaria junto a su hijo Alexej (Tristan Göbel), partiendo a la Alemania Federal en busca de una vida mejor. Para ello deberán olvidarse del pasado, algo que el otro lado del muro no se lo pondrá nada fácil. Interrogatorios, persecuciones y sospechas sobre su vida en la opresiva República Democrática Alemana generarán en la personalidad de la protagonista tal desconfianza que vivirá prisionera de ella misma. La entrada en escena de Hans (Alexander Scheer) volverá más psicótica a Kelly, pues la cercanía y el intento de ayudarles se volverán contra él, siendo sospechoso de espionaje.
La película en sí está dotada de datos históricos relevantes, que gracias a la trama podemos ser conocedores de las diferencias —y semejanzas— entre la RDA y la RFA. La salida de la Alemania del Este suponía un sacrificio para aquellas personas que no encontraban su lugar y que tenían que reencontrarse con su pasado día tras día. El papel realizado por el joven Tristan Göbel es clave para entender el sufrimiento y el desequilibrio emocional que un país entero generaba en los infantes. A su vez, Jördis Triebel, actriz desconocida en territorio nacional pero muy sobresaliente, crea empatía en el espectador, con una actuación muy notable, ya que sus altibajos y desesperación fijan las claves para entender como un país que gobierna ahora sobre Europa vivió bajo la sombra del nazismo durante décadas.
No obstante, Al otro lado del muro termina convirtiéndose en un enredo de escenas, ya no por su guion, sino por el montaje intrínseco que entremezcla diferentes sucesos que o bien se hacen largos para la trama o de repente finalizan cuando la cosa se pone interesante. Aun así la trama se vuelve muy previsible hasta su final incompleto y, bajo la opinión de un servidor, decepcionante, ya que durante hora y media se nos asalta con información de todo tipo para terminar por no resolver prácticamente nada y dejar volar la imaginación del espectador una vez que salen los títulos de crédito. Algo innecesario. Podría tratarse de una técnica bien llevada si no fuese porque lo que parecía un thriller dramático termina pareciendo el final de una de las ‘mejores’ películas protagonizadas por Meg Ryan.
Aun así y con todo, el trío de actores se complementan a la perfección, alzando una película que bien podía haberse convertido en algo significativo e importante de no ser por el descenso gradual que va experimentando a medida que pasan los minutos. Sin embargo, este drama se convierte en referente histórico, ya no sólo sobre la etapa de decadencia de un país, sino concerniente al sufrimiento humano que pierde toda identidad para poder hacer lo que todos queremos, vivir.