«Azuela
Del lat. *‹asciŏla›, dim. De ‹ascia›.
1.f. Herramienta de carpintero que sirve para desbastar, compuesta de una plancha de hierro acerada y cortante, de diez a doce centímetros de anchura, y un mango corto de madera que forma recodo.»
Aixa es el vocablo catalán que se traduce en castellano como azuela. Lo más habitual es que la herramienta se utilice en la misma oración con el sustantivo “mestre” por delante. Este documental es un retrato sobre un artesano, un maestro de ‹aixa› que puede contar cómo se construían los paleboats, los navíos, barcas y otras embarcaciones en los astilleros de Ibiza.
Mediante un largo diálogo de Nito Mises, nonagenario, tal vez el último constructor de barcos hechos con madera, el protagonista nos explica —con la voz temblorosa, la mirada tímida y ciertas reservas— el proceso de levantar una nave, un trabajo colectivo en el que los Mestres tenían que ser buenos dibujantes y mejores ingenieros, para poder perfilar desde unos bocetos que Nito aún guarda con celo y secreto. Después de terminar el plano de la embarcación, el trabajo que restaba por hacer podía durar años y necesitaba un buen grupo de carpinteros para realizarlo. El anciano isleño no pronuncia ninguna palabra mirando a cámara, sino que Xavi Herrero registra con un tono bajo y decreciente del protagonista todo su parlamento. Luego fractura la voz en off en distintas intervenciones para cubrir con explicaciones las imágenes que se proyectan en la pantalla.
Al maestro lo relevan otros dos artesanos de distintas generaciones. El primero de ellos es Joan Ribas, de unos setenta años, obrero experto en la ayudantía de construcción de navíos, que también trabajó con Nito y otros armadores. La secuencia en la que demuestra cómo se calafatean las tablas que sustentan el armazón del barco, es un gran ejemplo de didáctica de la imagen y el sonido. El tercer componente del trío es Toni Sendic, más joven, especializado en la conservación de las naves antiguas.
El pulso artesanal, graduado, que discurre de menos a más, concuerda con la cadencia de las secuencias. Mientras el primer segmento se dedica en exclusiva a Nito y luego continúa con los dos sucesores mencionados. El metraje está surcado por imágenes de archivo provenientes del Consell d’Eivissa i Ajuntamnt de Vila y otra cantidad facilitadas por la Filmoteca Española. Destacan las escenas intercaladas de la cinta Ley del mar, dirigida en el año 1952 por Miguel Iglesias, un drama sobre los marinos ibicencos que rescata con su celuloide blanco y negro, la importancia de los botes de pesca y transporte en una época de hambruna y oscuridad. Estas tonalidades sintonizan con algunos planos aéreos de las embarcaciones, virados a sepia o también a luces y sombras en tonos grises.
Lo esencial es que el cineasta no cede a la tentación de buscar la nostalgia o las lágrimas, aunque su obra trata de los oficios perdidos, una forma de vida que ya desaparece. El sentimentalismo no se oculta, pero lo deja entrever en los ojos del protagonista, cuya mirada transmite la carga de todas esas pérdidas.
El documental tiene una textura fotográfica muy elaborada, por encima de la mayoría de films contemporáneos. Los colores del mar, la costa y una luminosidad captada con la misma vibración resplandeciente que cualquier tarde de verano, capaz de proyectarnos a un entorno mediterráneo.
Tal vez se abusa en algún instante con esos primerísimos planos del mestre Nito, flanqueado por la pantalla del chroma key que muestra imágenes del océano o planos de barcos. Pero la fuerza del documental no desfallece al escuchar los efectos sonoros del aserradero, los troncos cayendo o las herramientas que golpean la madera. Sumados al viento y las corrientes acuáticas. Aixa destaca por ser una película que permanecerá como un documento que conserve la memoria de un oficio en decadencia. Ya sea por motivos ecológicos como es la tala de árboles. O económicos e industriales, en el uso de materiales como la fibra de vidrio o el plástico para la construcción naviera. Pero el cometido didáctico supera la pantalla para reclamar también un museo que facilite los recuerdos del oficio de mestre y la conservación de barcos del siglo XIX, como el Rafael Vera, uno de los barcos más antiguos en activo.