El fallecimiento de Stuart Gordon supone la pérdida de uno de los autores recientes más representativos para el cine de género, más concretamente al adherido a la fantasía y al horror. Con un foco de producción urdido básicamente durante los 80 y los 90, aunque nunca abandonaría el trabajar en una división mercantil siempre ligada al fantástico, Gordon supo adaptarse a todos los devenires del género regalando al aficionado algún clásico imperecedero. Se adhirió a una generación de cineastas que vivieron importantes cambios en los lenguajes del género, peleando con oficio y lealtad los momentos más delicados de la (sub)industria y sus vaivenes productivos. Pero antes de hacer un somero repaso a su vasta filmografía, conviene saber que los desconocidos inicios de Gordon le confieren un status de autor poco habitual en el prototipo de realizadores con los que compartió generación. Y es que antes de ser un nombre propio para la coloquialmente llamada “Serie B”, Stuart ya gozaba prestigio en el mundo teatral de su Chicago natal, con un el cálido recibimiento de algunas de sus presentaciones, e incluso sufriendo el acecho de la polémica con una transgresora adaptación de Peter Pan, con una denuncia de subtexto acerca de la Guerra de Vietnam que no todo el mundo allí supo comprender.
Siempre interesado desde su juventud por el séptimo arte, da el salto al celuloide tras la sugerencia de un amigo, quien le recomendó seguir la práctica habitual para inmiscuirse en el medio: realizar una película de terror de bajo presupuesto. Su interés en la obra de Lovecraft y una primera intención en realizar una serie de televisión acaba cuajando en forma de largometraje desde el momento que Stuart conoce a Brian Yuzna, realizador de misma estirpe y al que siempre ha unido una relación tanto personal como profesional. Llega Re-Animator, obra que supo amoldar la abstracta atmósfera del autor de Providence al lenguaje incisivo y deslenguado del terror de los 80, pasando a ser ya no sólo la película más recordada de Gordon, sino uno de esos hitos que el fantástico brindó en el mencionado decenio; el éxito obligó a realizar una continuación espiritual con From Beyond, bajo idéntico equipo artístico y técnico, encumbrando ya a Barbara Crampton como incombustible musa del fantástico. Poco después, y al calor en distribución de la Empire del incombustible Charles Band, llegaron dos pequeños clásicos que alcanzaron un culto enfervorecido por las estanterías de los videoclubs: Dolls, donde Gordon rezumaba clasicismo y buen hacer al servicio de la pasión de Band por los muñecos de mortífera estirpe, y Robot Jox, una epopeya futurista fríamente recibida en su día, pero que hoy ya se convierte en uno de los títulos más reivindicados de su filmografía. No conviene olvidar que, como pareja creativa, Gordon y Yuzna escribieron un guion para una producción de Disney que a punto estuvo de dirigir Stuart: Cariño, he encogido a los niños, un sci.fi envuelto de comedia familiar que finalmente partió de un guion readaptado del original, pero que dio origen a una saga muy popular del entertainment hollywoodiense.
Llegan los 90 y con ellos una convulsa década para el terror, llena de incertidumbre. Aún así, Stuart Gordon comienza con la ampulosa intención de adaptar al mismísimo Edgar Allan Poe con El pozo y el péndulo; sugestiva revisión del autor rodada en Italia y amoldándose a la estridencias del gore, no conviene olvidarla en otra sumersión a través de la traslación de literatura clásica para el folclore del terror. Poco después vuelve a la acción futurista con Fortaleza Infernal, vehículo de lucimiento de Christopher Lambert, producto bajo el empeño por la heroicidad post-apocalíptica, para a continuación hacer un guiño al pasado con Castle Freak: el retorno de la inolvidable pareja interpretativa formada por Jeffrey Combs y Barbara Crampton en una historia de herencia lovecraftiana y nuevamente junto al manto de Charles Band y su ahora renombrada compañía Full Moon, ejecutando toda una rara avis en la situación del género en esos mediados de los 90 y que supuso una nostálgica mirada a los mejores (y más enrabietados) tiempos del mismo.
Los años finales de la década dejaron algún que otro producto directo al videoclub como Space Truckers, nueva inmersión en la ciencia ficción bajo un manto de hilarante comedia, o la más desconocida The wonderful ice cream suit, aunque el cambio de milenio daba una interesante oportunidad de oro a Stuart Gordon dentro de un ambicioso proyecto nacido en nuestras fronteras: Julio Fernández creaba la Fantastic Factory, un intento de revitalizar el terror urdido en España con la alternancia de directores nacionales y antiguas leyendas del género norteamericanas; Stuart Gordon fue uno de ellos, y en su debut volvería a recurrir a la narrativa de Lovecraft con Dagon. La secta del mar, interesante adaptación que dejaba entrever tanto las estimables intenciones de la compañía como una ponderación de recursos un tanto irregular. Ya en la recta final de su carrera conviene rescatar otro estimable producto de videoclub como King of Ants, pero más especialmente su participación en esa serie llamada Masters of Horror; capitaneada por un Mick Garris empeñado en sacar del vacío productivo a los grandes nombres del fantástico pasado, que llevó a Stuart a adaptar de nuevo a sus dos escritores predilectos. Posteriormente, insignificantes proyectos como Edmond en el 2005 o Stuck dos años después, amén de otras colaboraciones televisivas, supondrían el injusto devenir de un autor que mereció mucho más reconocimiento del recibido, pero que desde ya pasa a ser uno de los nombres propios del fantástico reciente. Su obra, y el afectuoso cariño de los aficionados que estos días lloran su pérdida, así lo demostrarán para siempre.