Podríamos decir que Adieu les cons es una película que se desarrolla jugando en varios frentes y, en todos ellos, siempre está al límite de lo que separa la poesía visual de la vergüenza ajena, de la originalidad en el tratamiento del mero ‹collage› de influencias indisimuladas. O, para resumir, de lo que podría haber sido una película importante en cuanto a su relevancia en el balance formal y contenido frente a un resultado, digamos, francamente decepcionante.
No hay duda de que el film de Albert Dupontel va muy en consonancia con los tiempos que corren. Quizás no hay referencias a la pandemia, pero sí es fácil detectar esa búsqueda de la felicidad, de aferrarse a un objetivo frente a una existencia plana, llena de desesperanza y de sin sentido. Una metáfora perfecta de ese anhelo actual de volver a una vida anterior pre-pandémica que se recuerda con una nostalgia que borra todo lo negativo.
Sí, la nostalgia está en Adieu les cons en forma de una canción de Mano Negra, de un París extinto en la memoria de un hombre ciego que no puede percibir los cambios y en la tristeza de un hombre solitario que añora un amor que nunca pudo tener. Y con estos mimbres encontramos un despliegue colorista frente a una deshumanización que nos remite a la Amélie de Jeunet y a la distopía del Brazil de Gilliam que, no en balde, participa en el filme.
Una obra que combina un humor negro desesperado, los pasajes poéticos y una mirada crítica contra una sociedad hipertecnificada, burocrática y carente de humanidad. Una cualidad que ponen los tres protagonistas del film, tratados no tanto con simpatía sino más bien como insertos realistas en un mundo que tiende a la caricaturización. Dupontel sitúa pues a tres elementos que nos parecen una suerte de ‹freaks› descastados cuando en realidad son, por comparación, el único elemento humano.
Aunque es innegable que la historia tiene momentos realmente entrañables, no es menos cierto que todo suena a prestado. No solo resulta una experiencia que a medida que avanza el metraje pierde fuerza, sino que gana en la idea de estar en un ‹déjà vu› (especialmente en un tema musical que directamente parece un plagio) constante que pretende suplir la falta de propuestas verdaderamente originales con referencias constantes a otros películas y con unas aventuras cada vez más rocambolescas y alejadas del planteamiento inicial.
No nos cabe la menor duda de que Adieu les cons tendrá cierto predicamento popular en forma de extraña ‹feel good movie›. Gustará al ser fácilmente reconocible el concepto de lucha contra la desesperanza por más que se vea remachada por un desenlace que parece indicar lo contrario. Pero no nos dejemos engañar. El valor de la película no dista mucho de cualquier libro de autoayuda de aeropuerto por más perfumado y adornado que este se nos presente. Un producto que quiere parecer moderno y necesario y que ya nace con olor a refrito y con la nefasta intención de ser lo que podríamos definir como la Amélie para ‹haters› con ganas de redención.