Los hechos: Emma Goldman. Anarquista de finales del S.XIX y principios del S.XX promueve la lucha de clase obrera, de la liberación femenina y la libertad de expresión contra toda autoridad represiva del estado. La narración en primera persona y, de fondo, imágenes found footage de la época mezclada con conflictos sociales de la actualidad. ¿El Objetivo? Tratar de poner de relieve que ciertos conflictos no solo no pasan de moda sino que siguen de rabiosa actualidad, que las luchas deben proseguir y que, por mucho que parezca lo contrario, la lucha de clases sigue vigente.
Los interludios: Pero Emma Goldman no solo era el personaje público, la activista política, la presa de conciencia. Actividades que podrían hacer de ella una no-persona, una máscara que ocultara un vacío íntimo. No, Emma Goldman también sufrió por amor, también sufrió en sus carnes las vicisitudes del desencanto, el (auto) exilio, la dureza de las jornadas laborales. Estos intermedios, intercalados entre las explicaciones sobre la actividad política y frecuentemente disparadas en voz en off o texto mecanografiado nos indican que clase de persona era Goldman, cuáles eran sus esperanzas, su visión sobre la vida. Unos interludios que no son contrapunto ni nota al margen, sino apuntes que enriquecen la visión global del personaje.
Esto es, a grosso modo, lo que Acts and Intermissions ofrece de la mano de su directora, Abigail Child. Un film que a modo de documental ficcionado se aposenta en diversos formatos. Metraje encontrado, exposición diáfana, voz en off sobre textos de la protagonista e imágenes de actualidad se entremezclan para intentar mostrar una línea de continuidad entre reivindicaciones ya aparentemente superadas y eventos actuales que desmienten dicha afirmación.
El problema sin embargo radica en que todo se queda a medio camino. No hay una profundización en el formato de manera que lo podía haber sido un film radical, como las ideas de Goldman, se queda en una simple declaración de intenciones, como si la protagonista hubiera escrito mil manifiestos y nunca los hubiera llevado a la práctica. Junto a ello hay una cierta simplificación en el marco teórico. No es que las correspondencias sean especialmente exentas de justificación, pero hay una cierta superficialidad en la relación que las convierte en posible objeto de banalización. Como muestra un botón: La actriz que da vida a Emma Goldman aparece vestida como tal para posteriormente aparecer como una joven hipster actual de Brooklyn. Una comparación que resulta no tan solo infantil sino que reduce a Goldman a poco más que objeto de colección para fetichistas de la revolución y sus símbolos.
Acts and Intermissions se dibuja pues como una carta escrita desde el pasado hacia el futuro para que la lean en el presente. La intención, aunque loable, no deja de pecar de obvia resultando finalmente una mera exposición ausente de alma, de profundidad y por tanto ineficaz en su objetivo último que no es otro que tratar de reivindicar una figura revolucionaria y, lo más importante, su mensaje y su trascendencia tanto en el pasado como para las generaciones venideras.