Capítulo 6: Random acts of violence
Pensemos en el concepto estafa cinematográfica. ¿Qué nos lleva a calificar un film de esta manera? Evidentemente no siempre depende del film en sí sino de la experiencia que vivimos (o sufrimos) como espectadores. Seguramente este tipo de reacciones se produce cuando la balanza entre lo esperado y lo ofrecido no corresponde con las expectativas depositadas. Este, sin embargo, no es el caso de Abiding Nowhere. O, como mínimo, no debería ser así. Si uno decide asomarse a lo que Tsai Ming-liang nos ofrece debe ser desde el conocimiento y, por qué no decirlo, desde una dosis de paciencia a prueba de bala.
¿Cumple pues la película con lo que esperado? Sí, sin duda. ¿Es esto un factor eximente para considerar que estamos ante una tomadura de pelo que raya lo antológico? En absoluto. Permítanme que adopte el papel de Eminem en la batalla final de 8 millas. Sí, entiendo lo que se quiere decir; sí la espiritualidad y la calma frente a una sociedad presa de las prisas y la inmediatez; sí, un canto a otra de forma de vida y de reinterpretar nuestro día a día; sí, el factor espejo con el otro personaje también aparentemente calmado, otorga al concepto pausa otra dimensión. Y todo esto no es excusa para torturar al espectador o enviarlo a la tierra de los sueños como cantaba La dama se esconde.
Entendámonos, una cosa es el cine contemplativo y otra cosa es el cine musarañil. La idea, el formato, la puesta en escena, el mensaje se capta a los 10 minutos metraje. El resto es darle vueltas bajo la idea peregrina de la desnudez, de lo críptico que invita a la reflexión. Y es que al final a lo que invita la obra no es a pensar sobre lo que vemos o a admirar su presunto manifiesto contracultural, no. Al final la película sí da que pensar pero en cualquier cosa que a uno se le venga a la cabeza. Uno reflexiona sobre su vida, sobre la lentitud del tiempo, sobre lo efímero de la existencia o sobre la lista de la compra. Aunque eso sí, tiempo hay para deleitarse con referencias cinéfilas a Defensa (Deliverance, 1972) o a ese momento inserte su clip de cocina aquí y síganme para otras deliciosas recetas orientales.
Bromas aparte, a uno se le queda cara de no entender como semejante obra pueda tener un sentido existencial. Da la sensación de que o bien está filmado por alguien con un ataque de egolatría máxima, elevando lo autoral a una mirada de soberbia, o por un gran bromista al que una vez alcanzado un ‹status› internacional ya filma desnudo, sin importarle en absoluto lo que dirán. Es más, me imagino al bueno de Tsai con cierta sonrisa irónica ante el despliegue de alabanzas a algo que el mismo sabe que ya no está filmado para satisfacción de nadie que no sea él mismo.
¿Postura lícita? Por supuesto, pero es innegable que Abiding Nowhere es una de las obras más anti-cinematográficas posibles. Un producto que podría ser perfectamente una instalación museística pero que en una sala de cine se acerca a ser una exhibición de violencia gratuita e injustificada.