Palabras clave: pobreza, maternidad, raza, drama, Sundance. O sea un ‹cocktail› casi perfecto que parece indicar que vamos a asistir a uno de esos dramas que hacen de la pornografía de la miseria su ‹leitmotiv› principal. En el fondo, es un poco lo que el protagonista de American Fiction comenta al respecto de cierta literatura: Clichés raciales de consumo rápido para crear culpabilidad a los blancos que leen (miran) este tipo de productos. Un panorama nada halagüeño el que ofrece A Thousand and One y más tratándose de una ópera prima, es decir, una puerta abierta a todo tipo de excesos.
Sin embargo, el debut de A.V. Rockwell, aun conteniendo alguno de estos elementos, brilla justamente por su capacidad de “contención”, de saber el delicado alambre en el que se mueve su material. Es por ello por lo que se aprecia en todo momento una cierta prudencia, que no cobardía, a la hora de enfocar algunos de los temas tratados. Cierto es que no puede evitar en algunos momentos confundir la intensidad con el exceso pero ello no es óbice para reconocer la capacidad para encontrar el tono justo en la narración.
Especialmente destacable es la renuncia de caer en el tópico del “santo pobre”. Efectivamente, tener una vida condicionada por una extracción social dura no debería convertir automáticamente a los personajes en mártires sufridores de la injusticia. En esto Rockwell arriesga mostrando que sus protagonistas, a pesar de transmitir amor y lucha por sus seres queridos, no dejan de tener sus miserias, su carácter despreciable (en ocasiones) y que no siempre uno actúa bien aunque tenga las mejores intenciones.
Justamente por esta antipatía el film se siente más realista, más palpable en la fisicidad del entorno y de los sentimientos. Y es que se nos presenta una Nueva York (casi un personaje más) pre-11S que se aleja del retrato postal y que parece contener una especie de ira contenida, con sus ruidos, sus quejas y su vivacidad popular. Casi como una metáfora de su protagonista, como una olla a presión a punto de explotar antes del gran trauma que se avecina.
Esta es pues una foto de un tiempo y un lugar en lucha y cambio constante. Con sus absurdos burocráticos, con sus planes de erradicación de pobreza en barrios marginales a costa de una gentrificación que puede borrar el alma de un barrio. Una dualidad que se acerca a una lucha entre el ‹Eros› y el ‹Thanatos› representados por la idea de un progreso que parece incompatible con la pertenencia, la identidad y los vínculos con las raíces sean de lugar, raza e incluso familia.
Es así como A Thousand and One consigue ser tan intimista como global, trasladando un drama personal a todo un tiempo, a todo un lugar. Un drama que, a pesar de su localización, consigue vincularnos mas allá de la raza siendo casi universal. Una manera, así sí, de poder ser duro y explícito pero también hacer gala de una ternura que consigue algo tan difícil como empatizar con algo que podría resultar ajeno por su especificidad.