La suerte de una mosca
Durante la lectura del palmarés de la última edición del festival Punto de Vista, Ramón Balcells fue reconocido con una Mención Especial del Jurado por su cortometraje A., compartiendo este honor con La prounelle rouge de Pierre Louapre. La película de Balcells se manifestaba a lo largo del certamen, junto con Writing Poems at the End of the World, como uno de los principales contendientes al galardón de Mejor cortometraje y, aunque el premio haya recaído finalmente en el segundo —resultado que celebro con fervor—, resulta oportuno que la propuesta del director catalán se destacara desde otro lugar.
A. invoca los ecos fantasmales de una memoria en descomposición a través de las imágenes borrosas e imprecisas de una casa que va perdiendo sus contornos, donde las voces lejanas y escurridizas de sus presencias pasadas parecen emerger de las paredes en busca de ofrecer su historia antes de la desaparición. Se trata de un recorrido hacia el desvanecimiento, hacia una abstracción tan absoluta que el espacio —que todavía permitía un tránsito y, por tanto, la posibilidad de la reminiscencia—, termina por reducirse al estatismo de una de sus paredes. Allí es donde el cortometraje aterriza sus últimos momentos, sobre esa pared que llega a nosotros como la imagen de un cuadro en blanco, que bien puede ser aún una pared o puede haber dejado de serlo. Es la suerte de una mosca, su desplazamiento en el cuadro que exige e implica la presencia de una superficie, lo que le permite ser a la imagen, todavía, la casa. Se hace presente una fragilidad conmovedora y profundamente emocionante; sabemos que cuando la mosca vuele y desaparezca del plano, la pared, la casa, el espacio desaparecerá junto a ella.
Entre los diversos comentarios que Balcells compartió en el coloquio posterior a la proyección, es particularmente revelador el hecho de que el guión del cortometraje estuviera planteado desde los planos arquitectónicos de la casa. El trabajo con archivo sonoro permitió al director hacer un ejercicio de asociación: vincular las diversas conversaciones registradas en diálogo con su abuela a distintos puntos del espacio, como si sus fantasmas hubieran quedado contenidos en esos lugares. La narración queda planteada, por tanto, como un recorrido que capta sus balbuceos espectrales, aquellos que, a su vez, parecen resonar en el título de la pieza. “A”, esa inicial, tal vez de un nombre, sucedida por un punto que sugiere la pérdida de las letras que le siguen en algún lugar inasible de la memoria.

Como parte interesada agradezco mucho tu crítica, me emociona incluso. Creo que es muy importante resaltar el trabajo de estos jóvenes creadores que siguiendo caminos alejados de una creación más comercial y con pocos medios, son capaces de hacernos emocionar. Gracias