Armando y Maria son una pareja de ancianos que observan el mundo desde una de las últimas plantas de un enorme —y solitario— bloque de pisos. No salen a la calle y el único contacto que tienen con el mundo exterior aparte del televisor, que funciona cuando le da la gana, son las miradas que echan por la ventana espiando a los transeúntes y vecinos, a los que ya conocen gracias a su deporte favorito.
Comienza el documental y suena el himno de La Internacional, ese viejo —más que nunca— himno comunista. Luego descubrimos a la pareja anclada en su piso de otra época, llenos de ideas ya lejanas sin entender el mundo que les rodea. El piso es un reducto, pero más allá de las posiciones ideológicas de sus habitantes, un reducto en el sentido más amplio de la palabra, con unos personajes que se mueven como pez en el vinagre. Su mirada es tan vieja como inocente y clara sobre el desmoronamiento de la sociedad lusa derivada de la crisis que les/nos asola. Un desmoronamiento que no atinan a entender ni comprender y que les afecta en su día a día. Son como el pirata abandonado en una isla desierta mientras alrededor un tsunami se lo lleva todo.
Desde su cima observan ensimismados cómo el sistema de bienestar que se construyó en la parte final del siglo pasado del país vecino toca a su fin. También asistimos a una pareja a la que los años le han vencido en todos los sentidos, exceptuando tal vez en el ánimo, que parece seguir intacto, lo que les hace en ocasiones tan adorables y divertidos como ingenuos. Armando sigue escribiendo poemas de amor, amistad y revoluciones mientras Maria es esa mujer que continúa levantándose todos los días para combatir en su eterna lucha de los pequeños quehaceres con sus más minúsculos detalles. A sus pies todo parece engullido por las mareas económico-sociales de nuestro tiempo, pero ellos siguen siempre en pie ante el invasor, en su pequeña isla. Y ante todo, sigue procesándose el amor, al que se agarran en algunos momentos llenos de ternura.
El contraste está servido desde todos los puntos de vista. Armando es un comunista convencido, de esos del partido de toda la vida, con su viaje a la madre Rusia para conocer los enormes progresos que tan acogedor y cálido país ofrecía (sobre todo si no eras un disidente, gay o cualquier otra cosa) y con su tono del móvil, del ahora un triste eco del pasado, de la mentada La Internacional. ¿El momento? Cuando su vía está más que extinta y la triunfadora de la Guerra Fría, el capitalismo aparentemente democrático, se tambalea por el mundo dentro.
No salimos del refugio y nunca observamos a nadie más, tan sólo a la pareja espiando y comentando lo que ven por las ventanas o por la tele donde, otra vez, se anuncia huelga general, para entusiasmo combativo de Armando. Los reflejos cobran especial relevancia en el documental, pues el exterior muchas veces nos es mostrado de dicha manera, así como en ocasiones a nuestros protagonistas.
Supongo que ser hijo del anciano matrimonio hace más accesible plasmar los momentos íntimos de los protagonistas con una naturalidad deslumbrante, lleno de momentos no exentos de humor provocados por los susodichos Armando y Maria y su lucha contra el tiempo (estoy recordando el momento que ella lee como buenamente puede los títulos de las películas en cartelera). A esto también ayuda que ellos pueden pertenecer a otro tiempo que acabó, pero no se muestran vencidos ni derrotados.
Pedro Filipe Marques hace tanto un retrato generacional como la plasmación de una pequeña isla, entre el cielo y el cemento, que resiste como puede en estos tiempos convulsos. Y nosotros nos colamos en ese refugio y saboreamos la calidez e incluso los eternos sueños de sus ocupantes, que navegan anclados en el tiempo siempre con el Duero de fondo.
Interesante cinta, a la que las conclusiones llegan quizás demasiado pronto, no obstante la labor de Pedro Marques es encomiable. Pero eh, cine del tedio y tal, así que nada, avisado quedáis.
Y yo no sé por qué diablos me toca a mí en la web hablar siempre de crisis y tal. Pero es lo que hay. Rubén habla de documentales de Pedro Costa y a mí me toca esto. Pero no os preocupéis, que la siguiente película que he de reseñar para la web es un documental alemán con el telón de fondo de la inmigración y el racismo mientras su director juega a deconstruir la estructura del documental. Me voy a ver Hora de aventuras, ea.