Pasada ya más de una década de la irrupción en masa en occidente de lo que los expertos no dudaron en calificar como el thriller de coreografías y machetes coreano, gracias fundamentalmente a esa pieza inmortal del arte cinematográfico que supuso Oldboy, y ya superado el movimiento debido al desgaste y la sobreexplotación de un filón que cautivó a principios del milenio a esa juventud cinéfila ansiosa por descubrir el séptimo arte surgido de países periféricos no alineados con el imperio de producción que llegaba habitualmente a los cines europeos en la década de los noventa, mina devorada por el desproporcionado número de obras que surgieron al amparo del sabor del éxito de las originarias e hipnóticas pepitas que avisaron de su existencia. Es, pues, un buen momento para echar la vista atrás con objeto de recuperar aquellas obras que si bien conquistaron un efímero éxito en el momento de su estreno, aún mantienen cierto grado de malditismo entre aquellos aficionados más desconocedores del arte cinematográfico oriental.
Sin duda, una de esas piezas ocultas de obligada revisión es A Dirty Carnival, una obra que partiendo de los esquemas fundacionales que hicieron grande al cine coreano de principios de siglo, supuso toda una refundación de los paradigmas clásicos y habituales de la tendencia seminal, distanciándose premeditadamente del carácter sádico, excesivo y grotesco que identificaba a las mejores cintas coreanas de la época, para adoptar un sentido que se apoyaba más en una revisión autoparódica de estos esquemas empleando para ello un inteligente humor negro así como una novedosa propuesta narrativa de metalenguaje cinematográfico que entremezclaba con talento y osadía los universos de la realidad y la ficción desde una perspectiva muy novedosa y excitante.
En este sentido, la cinta huye de esas atmósferas enrarecidas y enfermizas que marcaron el rumbo del cine negro coreano para hacer descansar el recorrido trazado por Ha Yu en una trama que bebe directamente del noir mafioso estadounidense al describir el trayecto emprendido por un joven y ambicioso matón de poca monta llamado Byung-du, dentro del organigrama de la organización criminal a la que pertenece. De este modo, Byung-du será perfilado por el director de A Frozen Flower como un joven inteligente perseguido por la desgracia, puesto que su prometedor futuro como estudiante modelo fue destruido por la enfermedad crónica de su madre, hecho que motivó que abandonara los estudios para cuidar de su progenitora y de sus dos hermanos, introduciéndose en el mundillo del hampa para poder obtener el sustento familiar diario. El sacrificio familiar que emprendió, incitó a Byung-du a renunciar a su felicidad y amigos, incluyendo a su novia, para iniciar un viaje sin retorno dentro de los brazos de su nueva familia con la que le une unos estrechos e indestructibles lazos de sangre y hermandad. Sin embargo, el origen humilde de Byung-du y su carácter quizás demasiado impulsivo le han impedido escalar en el escalafón del entramado mafioso del que forma parte, obstaculizado por el dictatorial mando impuesto por su jefe directo.
Sin embargo, todo cambiará el día en el que un viejo compañero de instituto llamado Min-ho, sin duda su amigo fraternal de aquellos felices tiempos, reclame tras una larga temporada de distanciamiento de nuevo la compañía de su viejo mejor amigo. Sus intenciones no son tan desinteresadas como podrían parecer en un primer momento, ya que el motivo primordial de Min-ho —un fracasado realizador cinematográfico sin talento ni éxito— para contactar con el misterioso Byung-du no es otro que obtener información precisa y de primer grado con la que escribir un guión cinematográfico con objeto de erigir uno de esos populares thrillers coreanos que han conquistado las pantallas de cine de todo el mundo. Para ello engatusará a Byung-du invitándole a una reunión de antiguos compañeros de instituto, en la que el mafioso se reencontrará con el amor de su infancia, una bella e infeliz joven que trabaja como dependienta en una librería que mantiene una relación amorosa con un hombre casado que la utiliza por tanto como una simple distracción de su aburrida vida conyugal. La reunión con sus amigos del pasado, avivará en Byung-du su hambre por prosperar dentro de la organización, excitando sus ansias de ambición y por tanto traicionando la confianza que mantenía depositada en él y sus hombres su jefe. Así, Byung-du planeará por su cuenta y riesgo un golpe con el que derrocar a su jefe con la intención de reemplazar su puesto en la organización, propósito que en un principio tendrá un resultado exitoso, pero que poco a poco irá enmarañándose ocasionando pues al ambicioso Byung-du pérfidas consecuencias.
La sinopsis descrita en los párrafos anteriores podría hacer pensar al lector que A Dirty Carnival nada tiene de novedoso ni particular con respecto a los más aclamados thrillers procedentes del país asiático, sin embargo hay un punto ciertamente innovador en lo que respecta al trazo argumental del film: la inclusión en paralelo a la historia mafiosa de una subtrama protagonizada por el amigo de Byung-du, el cineasta Min-ho, que a base de engaños y adulaciones logrará obtener de su amigo información privilegiada acerca de las confabulaciones y conspiraciones utilizadas por Byung-du para asesinar a su jefe y coronarse como jefe mafioso en dependencia directa del padrino de su familia. Con el resultado de las confesiones de su amigo, Min-ho rodará una película que retrata de forma pormenorizada los amasijos y tramas promovidos por la organización mafiosa, sacando a la luz los secretos y asesinatos ideados por Byung-du, el cual deberá arreglar el problema ocasionado por su ingenua confianza para lavar la imagen de su empresa criminal.
Igualmente en paralelo a toda la historia de corte más noir, Ha Yu incluirá un par de intrigas de corte más social y romántico, mostrando por un lado la azarosa y compleja vida familiar de Byung-du caracterizada por su nula relación con su enfermiza madre, la cual culpa a su hijo de las desgracias familiares por haberse dejado conquistar por el lado oscuro de la vida, y por otro lado Ha Yu incluirá cierto oxígeno a la historia a través de la reconstrucción de la imposible historia de amor adolescente que tratará de hacer reverdecer el inocente Byung-du. Sin duda, el retrato desde una perspectiva intrínsecamente humana y derrotista del mafioso protagonista de la cinta, es uno de los puntos fuertes de la película. Y es que a pesar de que la película cuenta en su haber con un par de escenas «made in Corea», manifestadas en unas cuidadas y estilizadas coreografías de multitudinarias y nocturnas luchas a cuchillo y bates de baseball en mano, éstas no serán el recurso predominante utilizado para cautivar al espectador por Ha Yu. Al contrario, las mismas serán meramente una excusa esgrimida por el autor para parodiar el género al que se adscribe su obra, siendo por tanto el perfil de la derrota personal del protagonista el eje sobre el que se sustenta una historia muy bien trazada que recuerda en ciertos momentos a esa otra película noir de corte más dramático que policíaco que es el Serpico de Sidney Lumet, en el sentido de que estos dos filmes hacen yacer su sostén argumental en los aspectos psicológicos y decadentes de los personajes en detrimento del abandono de la pura acción y espectáculo.
Por tanto, A Dirty Carnival resurge, pasados casi diez años desde su estreno, en una pieza singular e imprescindible de una corriente que arrasó con su impactante ropaje visual y escénico cualquier viso de renovación del thriller llevado a cabo desde la óptica estrictamente occidental, que demuestra que en el seno de la misma existieron espacios tanto para cintas más sangrientas y chocantes en lo que a su construcción fílmica se refiere, como para películas que basaron su apuesta en una inteligente revisitación de los puntos fuertes del movimiento, estableciendo su apuesta artística en la captación del universo criminal desde una óptica caricaturesca no exenta de violencia explícita e inteligencia en lo que respecta al retrato de unos personajes perseguidos por ocultas maldiciones a los que únicamente les espera al final del túnel el amargo sabor de la derrota.
Todo modo de amor al cine.