«Caminante no hay camino»
Antonio Machado
A Brief Excursion, Kratki izlet en su título original, es la primera película del cineasta croata Igor Bezinović, que adapta la novela de Antun Soljan. La obra nos presenta a Stola, un chico próximo a la treintena que pasa el verano posterior a una ruptura sentimental entre fiestas y festivales de música.
En uno de estos certámenes conoce a un grupo de gente a la que apenas puede presentar con unas vagas líneas apoyándose en sus recuerdos, por lo que toda la película resulta una mirada atrás desde la voz en off del protagonista, que inunda la pantalla en todo momento. Tanto esta voz como la sensación que nos presenta el cineasta refuerzan la idea de apatía, al menos en Stola, que no parece sonreír nunca, no es así con sus compañeros de juerga.
Entendemos que Stola deambula por festivales como salida a su estado mental, aunque no parece que el personaje esté haciendo grandes esfuerzos para salir de dicho estado. Más bien parece encontrarse con un cierto malestar que no logra verbalizar ni explicar. En un punto dado del festival hace acto de presencia un chico que de alguna manera era conocido de Stola. La voz de nuestro protagonista, tan concreta en ocasiones a la hora de describir ciertas sensaciones a lo largo de la película, apenas nos sitúa a este amigo y al resto de personajes que se nos presenta, descritos con extrema vaguedad, donde de inicio parecen forman un núcleo poco diferenciador entre ellos.
El caso es que esta vieja amistad, Roko, mueve viento y marea para organizar una excursión a un monasterio para disfrutar de unos frescos medievales en su interior. Más por insistencia que otra cosa, consigue reunir a un grupo de personas que apenas se conocen entre ellos aparte de una noche previa de risas y alcohol.
Aquí comienza propiamente el viaje interno y exterior de todos ellos, cuando el autobús que los transporta sufre un percance y deben proseguir la marcha a pie. Lo que comienza como una pequeña aventura entre bromas comienza poco a poco a convertirse en un viaje de proporciones espirituales donde cada uno de ellos va encontrando el verdadero lugar en el mundo que andaban buscando, preguntas que la noche anterior escondían entre música y risas.
A Brief Excursion podría ser una película de terror donde un grupo de personas se pierden en ninguna parte, sin provisiones y con un ambiente cargado entre ellos, pero Igor Bezinović huye siempre de esta sensación.
Las bromas se apagan poco a poco hasta sucumbir al silencio. Roko guía al grupo que nunca vuelve la vista atrás, y seguimos a estas personas desprovistas de cualquier medio para llevar a cabo su cometido, ni siquiera un buen calzado, entre bosques y terreno agreste. Lo que tenemos es esa voz de Stola, que por momentos describe lo que observamos en pantalla, transportándonos aún más a un estado entre ensoñación y apatía.
La obra discurre por este estado mental entre la interminable caminata de los domingueros, donde cada personaje irá descubriendo no solo su lugar, si no hasta dónde están dispuestos a llegar. Esta caminata adquiere por tantos tintes alegóricos, donde en ocasiones el espectador descubre falta de naturalidad en sus actos.
Es sorprendente algunos de los efectos que consigue Bezinović con estos elementos tan mínimos. El grupo, en sus ansias por encontrar el mencionado monasterio, va apareciendo en diferentes lugares que de alguna forma u otra, les acoge, les anima a no seguir adelante en una búsqueda que ninguno de ellos, salvo tal vez Roko, desea realmente. Es un grupo unido por nada, no se conocen entre ellos y no comparten ninguna semejanza. Sin embargo, cuando uno de ellos se queda por el camino, porque encuentra su lugar o porque este lugar le otorga algo que realmente quería, se nota un vacío tanto para el grupo como para el espectador.
Este vacío no deja de crecer a la vez que las palabras entre ellos dejan de ser necesarias. Esa caminata que una mañana de resaca iniciaron un grupo de seis personas adquiere todo el significado que cada uno quiera otorgarle. Esas personas que vienen y van en la vida de cada uno. Ese lugar en el mundo que conseguimos persiguiendo otro camino. Son solo algunas de las conclusiones que pueden sacarse, aunque sin duda el cineasta dispara más arriba.
Estamos ante lo que un amigo bautizó, no sin cierta ironía, como el cine del tedio, ese cine donde para muchos espectadores no sucede nada. Lo extraño es que en este tipo de películas no dejan de suceder cosas. Esas películas conocidas como “lentas” son en realidad obras donde la cadencia entre planos suele crear una atmósfera determinada. No diré ni peor ni mejor que otros estilos, pero que también hay que intentar apreciar.
En resumen, A Brief Excursion es una pequeña experiencia de 75 minutos, donde sus responsables han creado un estado mental a partir de elementos a priori mínimos.