Sin duda, la fórmula narrativa de Los desheredados es vistosa y llamativa. Pero también es modesta. De hecho, este es su gran logro: la planificación de Laura Ferrés hace gala de una intención tan firme como transparente, siempre al servicio del material tratado. Los planos abiertos con que habitualmente se nos muestra al personaje principal, por ejemplo, no son otra cosa que la presentación de un personaje no menos importante, a saber, el contexto en que se desarrolla lo relatado: este ambiente de post-crisis, de cierre de negocios, de final de una era, escenario de desolación y soledad.
Algo que acompaña a Pere Ferrés, protagonista del cortometraje y padre de Laura Ferrés, durante todo el trayecto; hasta el punto de que ambos personajes, condenados a coexistir, casi se confunden. Contemplamos, en definitiva, una situación en donde contexto y personas guardan una estrecha relación, es decir, una interacción directa entre espacio y personajes. Pues el primero es (al menos parcialmente) responsable de la situación del segundo; de ahí el tempo pausado (que no lento) con que la directora expone cada uno de los planos que conforman su trabajo: el tiempo requerido para tomar conciencia de esta interacción.
De hecho, es un trabajo que muy fácilmente podría caer en la autoconciencia y la reiteración, pero que, en cambio, logra convertir sus formas en el escenario perfecto para el desarrollo de la acción. Laura Ferrés retrata el fin de una era, la llegada de un escenario desconocido en donde la única arma efectiva es la aceptación (que no resignación), para que la voluntad propia pueda finalmente imponerse al cumplimento de unas obligaciones que ya no tienen razón de ser. Dicho de forma coloquial, la “mala leche sana”, la auto-permisión de cierta actitud un poco menos responsable, juguetona si se quiere, como terapia saneadora frente a toda una vida de dedicación al trabajo.
Una tesis que, igual que el propio tema del cortometraje, no representa ningún gran descubrimiento y que hasta cierto punto podría resultar tópico; pero que gracias a la modestia de la directora (se tata de un trabajo que en ningún momento pretende ser lo que no es) logra destacar por su naturalidad y por su capacidad de transmitir emociones, logrando explicarse con sencillez aún tratándose de un producto diseñado de una forma cuidada, acaso más compleja de lo que pueda parecer a simple vista.