Si Chiquito de la Calzada hubiera vivido en USA probablemente no hubiéramos tenido que esperar a su fatídico deceso para que tuviera el homenaje correspondiente y merecido. No hace falta, sin embargo, irse al otro lado del charco. En Francia, o sea, como aquel que dice aquí al lado, un personaje como Louis de Funès es reverenciado y reconocido no solo de boquilla sino que tuvo condecoraciones en vida y calles y plazas en su honor. Mientras, en este país, solo el hecho de mencionar el ponerle una calle a Chiquito ya es motivo de hilaridad.
Desde luego comparar la producción cinematográfica de De Funès con la de Chiquito (tanto en calidad como en cantidad) puede parecer un ejercicio de benevolencia hiperbólica o de fan service del humorista malagueño. Sin embargo no podemos obviar que Chiquito también representaba una vuelta a la idea de cine popular, de conectar con la gente. Algo que, dado su impacto en el léxico aún a día de hoy, es innegable.
Cierto es que lo cinematográfico nunca fue el medio donde Chiquito pudiera desplegar mejor sus dotes humorísticas. Al final todo se redujo a un mero vehículo de explotación del personaje. Un aprovecharse del tirón televisivo a través de films, esencialmente la trilogía de Chiquito, que no eran más que simples artefactos, casi vacíos incluso de cualquier lógica cinematográfica, para lucimiento de su protagonista. Hablar de Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera, Brácula: Condemor II o Pápa Piquillo desde un punto de vista formal es sencillamente inane: no hay cine detrás, sencillamente hay un esfuerzo desmesurado por hacer de Chiquito el único reclamo posible, buscar el chiste donde no lo hay, estirar, en definitiva, la goma del éxito, a cualquier precio.
Curiosamente donde Chiquito sí funciona es en sus pequeños papeles, casi cameos, como por ejemplo en El Oro de Moscú, lugares donde a pesar de ser reconocible busca desmarcarse del personaje y ser otra cosa, otro papel interpretado alejado del canon chiquitistaní. O eso, o directamente marcarse un cameo antológico en Spanish Movie frente a otro monstruo del humor como Leslie Nielsen. En definitiva el papel de Chiquito en el cine no ha sido precisamente de los de marcar época, pero lo que cabe preguntarse entonces es el porqué de su aparición en el dispositivo.
La respuesta, la clave de todo la dábamos en pequeña pincelada anteriormente. Chiquito hizo películas por su éxito televisivo, cierto, pero, ¿en qué radicaba dicha popularidad masiva? Es aquí donde su figura se vuelve colosal, mítica, eterna. Chiquito no era un humorista al uso, su gracia no estaba en el chiste, de hecho la mayoría de veces no había chiste. La clave está en la codificación de un nuevo lenguaje, una forma de envolver la anécdota, estirarla hasta el infinito, creando múltiples momentos climáticos y anti-climáticos. Un humor que bordea el surrealismo y al absurdo y que venía aderezado por un peculiar spanglish fonético que en cierto modo conectaba con ese inglés chapurreado como nivel standard de la población española.
«Pecador de la pradera», «jarl», «quietorrr», «fistro» y tantas y tantas otras expresiones siguen perdurando en nuestro vocabulario años después de su aparición. Ese es el gran mérito de Don Chiquito de la Calzada, crear un lenguaje único, nuevo, transgeneracional y por tanto perdurable. Algo que a simple vista parece fácil pero que el tiempo ha mostrado que solo está al alcance de este pequeño gran genio, de este auténtico maestro del humor patrio. Descanse en paz Chiquito de la Calzada y gracias por haber hecho tan feliz a tanta gente, tanto tiempo.