En una zona montañosa del suroeste de Polonia, los dos perros de una veterana mujer llamada Janina Duszejko acaban de desaparecer. Lo primero que ella se imagina es que algún desaprensivo cazador les ha echado el guante. Nada extraño, teniendo en cuenta que esa área es uno de los principales focos de caza de la región. Creyendo tener la razón en la palma de su mano, Janina acude ante todas las instancias necesarias no solo para intentar que se realice una búsqueda efectiva de sus queridos sabuesos, sino también para hacer valer los derechos de todos los animales que impunemente son maltratados y/o matados a manos del hombre.
La ya veterana realizadora polaca Agnieszska Holland, autora de Europa, Europa, In Darkness y colaboradora en varias series de la HBO dirige Spoor (El rastro), una película que parte de la novela de Olga Tokarczuk titulada Sobre los huesos de los muertos y que parece centrarse en cuestiones tan diferentes como el animalismo, la vejez, la ecología, la soledad, el machismo o la corrupción, mezcla a priori difícil de condensar en poco más de dos horas de cinta pero que refleja claramente el amplio abanico de temáticas que han inquietado a Holland en su trayectoria tras las cámaras.
Además de esta combinación de temas, en Spoor sorprende la elección de planos que la cineasta polaca pone en práctica desde el principio para otorgar empaque visual a su trabajo. Algunos, grandilocuentes, nos muestran el vasto paisaje en el que se ambienta la obra. Otros, unos planos detalle de índole más estilística, se centran en mostrarnos con precisión los agresivos movimientos bucales de ciertos personajes. Holland se esfuerza por enfatizar al máximo los detalles que pueblan los fotogramas del film y lo cierto es que la mezcolanza puede resultar un poco rara en un primer momento, al menos hasta que comprendemos que tal elección no es un mero capricho de la cineasta sino que logra su sentido en el conjunto de la obra.
Quien ostenta la mayoría de minutos en plano, empero, es Agnieszka Mandat-Grabka, actriz que caracteriza a Janina. Aunque bien dibujada por Holland, el desempeño de la protagonista queda algo forzado tanto por la propia interpretación de la tocaya de la directora como por el escaso impacto que su personalidad parece tener en la trama. Esta segunda circunstancia, sin embargo, se verá suavizada en el último tramo de la cinta, que arroja una discutible resolución argumental pero que sirve para poner en perspectiva la actitud de Janina a lo largo del film y comprender, aunque sea a posteriori, sus motivaciones.
En este sentido, cabe destacar que Spoor no se hace tediosa con el paso de los minutos ni es confusa en su desarrollo argumental, pero tiene el problema de que no queda claro hacia dónde se quiere dirigir. Realmente, es una sucesión de escenas interesantes pero con escasa cohesión entre ellas. Resulta digno el interés que despierta cada una de las temáticas que trata, todas ellas analizadas desde un punto de vista serio y con apego a la realidad. ¿O acaso nadie ha conocido a una señora mayor que se desviva por los animales y haya gente que se cachondee de ella por tal motivo? En Spoor se amplifican, a modo de crítica, los estereotipos que pesan sobre Janina por querer a los animales, por tener ya una edad, por ser mujer y por vivir en soledad. Pero todas estas virtudes no consiguen sintetizarse en una sola para ofrecernos un buen resultado cinematográfico, sino que parecen seguir su propio camino hasta que, en el ya comentado desenlace, tratan de reinventarse con el objetivo de dar una aceptable explicación a la trama.