Ana y Daniel son dos jóvenes hermanos, de familia acaudalada y residentes en Ciudad de México. Ella se va a casar en pocas semanas y él intenta dar un paso adelante en la relación con su novia. Pero un día, tras una breve visita a la librería en coche, ambos son secuestrados por una banda organizada que les obliga a cometer incesto entre ellos mientras son grabados en vídeo, con el claro objetivo de ganar visitas y dinero en webs pornográficas. Lógicamente, semejante acto tendrá terribles secuencias psicológicas para los hermanos, máxime cuando la denuncia en estos casos es casi una utopía por la vergüenza y el riesgo de exclusión social que supondría declararse abiertamente como víctima.
Los créditos finales de Daniel & Ana, ópera prima del mexicano Michel Franco, asegurarán que precisamente la reivindicación por el cese de estos delitos es el objetivo principal de la cinta. Parecería pues que nos encontráramos ante una obra de índole social pero, a decir verdad y ya metidos en faena, ni el estilo del cineasta ni el planteamiento de la trama invitan a pensar tal cosa. El film, por el contrario, se convierte en un banco de pruebas para que Franco trate de poner en práctica su talento cinematográfico, que por la crudeza de su trama e imágenes a algunos les inspirará un cierto aire ‹hanekiano›.
Aunque el contexto de Daniel & Ana invita a esperar una película auténtica y dramática, solo un par de escenas (incluyendo, por supuesto, la que resulta clave para el desarrollo argumental) consiguen transmitir el aura de inquietud que provoca visualizar el lado más horrible del ser humano. Y no será porque al cineasta le falten intenciones, ya que intenta tejer esa atmósfera que reza aquello de «lo peor todavía está por venir», atendiendo al caos psicológico y social de los protagonistas tras el acto incestuoso. El problema reside en la ausencia de cohesión visual (esos planos iniciales con aroma a La naranja mecánica desaparecen sin dejar rastro), en un uso de la música no demasiado convincente y en la tibia construcción de aquellos que ponen rostro al film; tanto la mencionada pareja fraternal como los personajes secundarios no actúan con toda la lógica y credibilidad que se podía esperar. La personalidad de Daniel remite a la de Mateo en Las hijas de Abril, con un carácter de pechofrío que no logra transmitir todo lo que debería y que certifica el hecho de que a Michel Franco se le da mejor escribir papeles femeninos.
En cierta manera, la comentada falta de potencia emotiva para conformar el relato que Daniel & Ana habría merecido quedará solucionada en Después de Lucía, una demoledora película sobre el bullying en la que Michel Franco no da tregua a la incomodidad que supone enfrentarse a esta amarga crónica sobre una adolescente. Incluso en la menos ambiciosa Las hijas de Abril, el mexicano sabe manejar con mayor acierto sus virtudes, prueba clara de su positiva evolución tras las cámaras y al escribir el guión. En ambas cintas quedó solucionado el problema al que pareció enfrentarse Franco en Daniel & Ana: decidir si su película iba a oscilar en torno a la concepción de un drama que estudiase el impacto del crimen sufrido en la vida de los protagonistas o virar hacia el concepto de thriller psicológico asfixiante y nada cómodo de visionar. Un error de novato, paliado en parte por su desparpajo a la hora de encarar una temática delicada pero que hace que esta ópera prima solo ostente verdadero interés si uno se dispone a recorrer la, por otra parte, muy interesante evolución cinematográfica de su director.